Un zaragozano enfermo consigue andar de nuevo tras rezar en Viernes Santo

Los médicos no entendían que los síntomas desaparecieran en apenas unos minutos. La historia se publicó el 29 de marzo de 1970.

Historia publicada el 29 de marzo de 1970.
Historia publicada el 29 de marzo de 1970.

Se cumplen 46 años desde que el periodista e investigador navarro J. J. Benítez, entonces becario de HERALDO, narrase la increíble historia de sanación vivida por un zaragozano. Tras rezar el rosario en la capilla del Seminario de San Carlos durante la celebración de Viernes Santo, el enfermo recuperó súbitamente la movilidad de sus piernas. Llevaba un año sufriendo una hemiparesia progresiva que los neurólogos consideraban irreversible; una vez producido el singular hecho, los médicos tampoco entendían que los síntomas y dolencias hubieran desaparecido en apenas unos minutos.


El vecino de Zaragoza, señor Sotero, se echó a llorar como un niño. El señor Sotero -nos suplicó que silenciáramos los apellidos- hacía breves horas que había abandonado las muletas. Su mal venía desde mayo de 1969 y hacía ya más de tres meses que los bastones le resultaban imprescindibles. No podía dar un solo paso sin ellos. Pero el Viernes Santo, a eso del mediodía, sintió un gran temblor en sus piernas y al finalizar el rosario en la capilla del Seminario de San Carlos dejó a un lado las muletas y echó a andar como si tal cosa. Eso fue lo que nos contó el señor Sotero después de luchar a brazo partido para que nos dijera qué había sucedido. El señor Sotero, consciente de la posible trascendencia del asunto, nos manifestó que antes debía consultar con sus médicos. Pero el señor Sotero se echó a llorar y terminó por contarlo todo.


"Vine a unos ejercicios espirituales"


-El Jueves Santo- nos explicó mientras encendía un pitillo- vine aquí, a San Carlos, con el ánimo de hacer unos ejercicios espirituales. Soy cursillista de cristiandad.

- Perdone, ¿y vino usted con muletas?

- Así es. Ya le he dicho que si no fuera por los bastones no podría moverme. A eso de las doce y media del viernes subimos todos a la capilla para rezar el rosario penitencial.

- En efecto -confirma el padre pasionista don Fernando Piélagos, que asiste también a la conversación-. Yo me había marchado de la casa, y ellos, mientras duró mi ausencia, rezaron el rosario.

- Pues bien -continuó el señor Sotero-—, se dijo de rezar el rosario en brazos en cruz. Yo me quedé de pie y empezamos las oraciones. Cuando terminaron las letanías, don Luis Ocón, otro de los compañeros, me fue a ayudar, pero sentí que andaba. Y le dije con un nudo en la garganta: "Luis, que ando". Desde el primer misterio hasta el último ya había notado un temblor en las piernas.

- ¿Empezó a caminar sin muletas?

- Allí se quedaron, en el suelo. Luis no me había entendido y antes de iniciar los pasos levanté los bastones. Al ver que podía andar como todo el mundo me eché a llorar. Caí de rodillas en el pasillo de la capilla y creo que todos me rodearon. Quisieron levantarme, pero les contesté que no lo hicieran. "Yo puedo, yo puedo solo".


"Fui al pie del altar"


- ¿Y se levantó?

- Sí. Fue al pie del altar y allí me quedé.

El señor Sotero se lleva las manos a la cara y se inclina entre sollozos, la conversación se paraliza y el silencio le hace a uno un nudo áspero en la garganta.

- Perdone tantas preguntas ¿Había pedido usted algo durante el rosario? Me refiero a Cristo.

- Lo de siempre -me susurra el señor Sotero, secándose las lágrimas con la palma de la mano-, lo de siempre: que se cumpliera la voluntad de Dios. No que me curase -de verdad-, solo que se hiciera su voluntad.

- ¿Y desde ese momento usted no ha vuelto a necesitar las muletas?

-No. En ningún momento. Subo, bajo escaleras, camino y ando como si tal.


Hemiparesia


- Vamos a ver. ¿Qué mal padecía usted?

- Creo que se trata de una hemiparesia en el lado derecho del cuerpo.

- ¿Cuándo surgió?

- En mayo del pasado año. Esta dolencia provoca la insensibilidad de toda la parte derecha del cuerpo.

- ¿Le han tratado los médicos?

- Ya lo creo. Cinco especialistas de Barcelona, el médico de cabecera de aquí y el neurólogo del seguro. En junio estuve hospitalizado dos meses en Barcelona. La pierna derecha estaba paralizada.

- ¿Cuál fue la opinión de los médicos?

- Según los informes que tengo esto era progresivo. Es decir, la parálisis podía pasar al otro lado en un plazo que podía oscilar, creo, entre un mes y diez años.

- ¿Le dieron alguna esperanza?.

- Ninguna.

- ¿Usted había intentado caminar sin muletas? Por ejemplo, en su casa.

- Sí, alguna vez. Pero era imposible. Me caía. La pierna derecha estaba perdida.

- ¿Dónde trabaja usted?

- Lo siento, pero no puedo decírselo.


Una hija es paralítica


- ¿Cuántos hijos tiene?

- Cinco. Una de mis hijas también es paralítica. Enfermó de polio al año y medio y tiene ahora veintidós.

- ¿Qué va a hacer ahora?

- Me pondré el lunes en contacto con los médicos y les contaré esto mismo. Antes de pensar en ninguna acción sobrenatural quiero ser examinado a conciencia por los doctores y que sean ellos quienes dictaminen.


El señor Sotero -a pesar de sus cuarenta y tantos años- vuelve a emocionarse y desaparece en el gran corredor del seminario. Desde allí se le ve andar con toda normalidad.


Nadie diría que aquel hombre había llevado muletas hasta hacía unas horas y que los especialistas habían considerado como progresiva su enfermedad.


"Es muy difícil que desaparezca"


Puestos en contacto poco después con algunos neurólogos de la ciudad nos confirmaron, efectivamente, que la hemiparesia es un síntoma en el fallo motor de la mitad del cuerpo. Las causas, que pueden producirlo –nos dijeron son numerosas. Desde una trombosis hasta una hemorragia cerebral, pasando por embolias, tumores o malformaciones cardiovasculares. Don Sotero, precisamente, y según nos comunicó, padecía una insuficiencia coronaria. De acuerdo con el estado actual de la ciencia -concluyeron los neurólogos es muy difícil –prácticamente imposible- que una hemiparesia, en estado progresivo, pueda desaparecer en tan pocos minutos.



Recopilado por Elena de la Riva y Mapi Rodríguez. Documentación de Heraldo de Aragón


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