Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Afina el oído y escucha cómo suenan las nanopartículas

«No podemos visualizar las dimensiones de la nanoescala con nuestros ojos y nuestros dedos son demasiado grandes para poder palpar nano-objetos», dice Jesús Santamaría, director de la cátedra Samca de Nanotecnología. Pero ese es, justamente, el desafío que afronta el proyecto ‘Los cinco sentidos y la nanotecnología’.

Bastones de oro
Bastones de oro
Laura Usón

El viaje sensorial empieza por el sentido del oído y las nanomelodías resultantes se presentan en concierto este jueves, 17 de marzo, a las 19.30, en la sala Luzán de la Fundación Caja Inmaculada.


Los investigadores del Instituto de Nanociencia (INA) se aliaron con el grupo de José Ramón Beltrán, del I3A, experto en sonificación (desde el genoma humano a las torres mudéjares han pasado por su laboratorio). Juntos, han utilizado parámetros físicos de tres diferentes nanoestructuras para crear música «y de alguna manera hemos sido capaces de poner en relación la melodía con las características estructurales de los materiales..., pero lo mejor de todo es que suena muy bien», confiesa Santamaría.

Una extraña pregunta

¿A qué suenan las nanopartículas? Esa extraña pregunta fue el origen de todo. «¿Podríamos de alguna manera interpretar musicalmente, por ejemplo, la formación de bastones de oro? ¿Obtendríamos algo coherente?», recuerda el músico Sergio Lasuén. Tras meses de trabajo, reconoce que «suenan incluso mejor de lo que esperábamos».


Y es que «para crear música a través de un proceso de sonificación no es suficiente con la generación de los sonidos, sino que hay incorporar un sentido musical a los datos o a los procesos», señala Beltrán. Por eso resulta imprescindible trabajar con músicos.


Todo comienza por entender e identificar bien el proceso científico que se quiere convertir en música. En nuestro caso, indica Beltrán, «analizamos, junto a los investigadores del INA Jesús Santamaría y Víctor Sebastián, los procesos que permiten crear y desarrollar nanopartículas». Una vez identificados los parámetros clave, entran los músicos, en estrecha colaboración con tecnólogos como Miguel Ángel Varona, para «elegir las variables musicales que se asocian a ellos –dice Lasuén–.


Después, se desarrollan los algoritmos de creación de las piezas musicales «para que se vayan generando automáticamente frases melódicas, rítmicas y armónicas que varíen en función de los parámetros científico-musicales elegidos. En este momento ya hay música», sigue Beltrán.


La música generada por el algoritmo se transcribe a una partitura para músicos reales. Para Lasuén, «es algo más complejo que componer, pues hay que conseguir una obra interesante pero sin cambiar ni una sola nota generada por el algoritmo. Y debe ser formalmente coherente, jugando con aspectos como el timbre, la textura, la densidad o el ritmo». Para una interpretación en directo, como la del jueves, en la que intervendrá entre otros Carlos Hollers, hay que orquestar y matizar bien la pieza musical sin perder la esencia de la música original.


Evolución, crecimiento y formación es lo que, según Beltrán, tratan de transmitir estas nanomelodías. «Ordenación, estructura, pero con una textura sonora que nos adentre en la materia a escala atómica».

QUÉ ES LA SONIFICACIÓN
La sonificación extrae sonido a partir de estructuras de datos. A menudo busca representar de manera sonora grandes cantidades de datos para identificar acústicamente sus diferencias y reducir el tiempo de interpretación de los datos analizados. Se aplica a imágenes en 2D, datos de tráfico en redes de comunicaciones, de la bolsa o de sucesos violentos del Cosmos. El último ejemplo es la sonificación de las ondas gravitacionales. El grupo de José Ramón Beltrán busca «realizar una interpretación que respete fielmente los procesos científicos pero con un objetivo artístico y estético: crear música».

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Pasen y escuchen... tres nanomelodías.
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