"La vida es para darla, no para guardarla", dice la monja que superó el ébola

Paciencia, continua su labor en Guinea, un año después de donar suero de su sangre para salvar la vida de Teresa Romero.

La hermana Paciencia Melgar, que tras sobrevivir al ébola hace un año donó suero de su sangre para salvar la vida de Teresa Romero, dice en una entrevista con Efe desde Guinea, que ella sigue adelante, ayudando a los demás porque "la vida no es para guardarla, sino para darla".


Tras permanecer varios meses en España, participando en ensayos clínicos para buscar un tratamiento del ébola, que acabó con la vida hace un año de casi todos sus compañeros del hospital de Liberia donde trabajaba, Paciencia Melgar se incorporó en mayo a una misión de las hermanas de la Inmaculada Concepción en Guinea Ecuatorial.


"Antes de que llegara este aniversario, todo el tiempo para mí ha sido como un sueño, como si nada hubiera pasado; he pensado que todas las personas con las que durante muchos años hemos compartido la lucha juntos, ayudando a los demás y ya no están, estaban de vacaciones", explica.


Pero la hermana ha despertado, reconoce, y eso le produce "una enorme tristeza".


"Yo hice lo que debía hacer, ayudar a los demás y si eso ha ayudado, estoy muy contenta, sobre todo si pronto hay una vacuna para luchar contra esa enfermedad mortal", explica la religiosa.


Ha vuelto a Guinea, el país en el que empezó su labor solidaria hace 25 años, en concreto a Bata, segunda ciudad más importante de ese país.


La religiosa, que no fue repatriada junto a sus compañeros Miguel Pajares y Juliana Bonoha -de origen guineano pero pasaporte español-, superó el ébola en Monrovia y viajó a España para donar su suero, que se utilizó para tratar a la auxiliar de enfermería, la primera contagiada de ébola fuera de África.


Explica que, al final no pudo conocer a Teresa Romero. "No se produjo ese encuentro, tal vez habrá otra ocasión, algún día". "Desgraciadamente no hemos podido ni hablar, ni nos hemos visto".


Paciencia, de 47 años, mantiene su vitalidad en primera línea de la solidaridad, pero de forma discreta, trabajando en el ámbito de la enseñanza, la sanidad y la formación, principalmente de mujeres, relata.


"La vida no es tanto para guardarla, como para darla; tenemos que estar siempre disponibles y ayudar a nuestros hermanos, estar atentos para descubrir las necesidades de los demás y no hacer oídos sordos. Si intentamos cada uno hacer lo mismo, el mundo podrá ir cambiando", reflexiona Paciencia Melgar.


Confiesa que le da miedo el futuro cuando ve a gente que vive con indiferencia los problemas de los demás. "Estamos perdidos, si no ayudamos todos a construirlo".


Pero además, la religiosa recuerda que hay otras enfermedades que no hay que olvidar y que provocan muchas muertes fuera de Europa.

"Son muertes que podrían evitarse, como las que provoca el hambre y la desnutrición, o la de las madres que mueren en los partos", dice Paciencia, quien también reclama más medios para abordar la malaria.


La religiosa rememora que desde muy joven que siempre llevó algo dentro que le impulsaba a los ayudar a los demás, hasta que un día se topó con dos sacerdotes españoles que daban clase en su país, en Guinea, y sintió admiración por cómo habían dejado su vida y todo atrás para ir a África.


Poco después, ingresó en las misioneras de la Inmaculada Concepción, donde continua su labor.

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