Rajoy y Merkel, paseo en barco para tratar una economía que se hunde

El cielo: inmejorablemente azul. La temperatura: un calor ideal, sin llegar a ser agobiante. La ruta: un bonito recorrido en barco entre los fantásticos rascacielos de Chicago. El entorno no podía ser más perfecto para la cita de este domingo entre el jefe de gobierno español, Mariano Rajoy, y la canciller alemana, Angela Merkel.  Lástima que el tema no fuera tan apetecible.


Rajoy se encuentra en Chicago para participar este domingo y lunes en la Cumbre de la OTAN, uno de los pocos eventos internacionales desde que asumió la presidencia española en el que el tema central no es la crisis de la eurozona.


Pero ello, ni de lejos, significa que vaya a poder eludir el tema que desde hace meses está omnipresente por dondequiera que vaya.


Y es que su primera cita en Chicago tenía ya el mismo motivo que siempre: la economía española. Además, su interlocutor no es un gobernante cualquiera, sino la canciller que al menos hasta hace una semana venía dictando buena parte de la estrategia de austeridad -ahora más cuestionada que nunca- como receta contra la crisis de la eurozona de la que España es uno de los factores más preocupantes.


A su llegada el sábado en la tarde a la ciudad estadounidense, Rajoy tuvo mucho cuidado en dejar claro que al encuentro en barco de este domingo él iba porque se lo había propuesto Merkel y no porque él hubiera rogado una cita en este sentido, que tendrá una réplica en apenas unos días en Francia con el nuevo representante galo del eje París-Berlín, el presidente François Hollande.


"El acuerdo se produce porque la señora Merkel nos ha pedido tener una reunión y a mí me parece bien (...) yo estoy muy contento de que se produzca, pero yo no la he pedido", subrayó Rajoy. Y puntualizó también que no llega para pedir "nada" en la cita.


"No voy a pedir nada en concreto, si acaso diré que estoy haciendo lo que creo que hay que hacer porque es lo que necesita España", declaró a periodistas españoles que lo esperaban en su hotel.


El jefe de gobierno español lucía cansado. Algo que casi con seguridad no puede achacar sólo al largo viaje que tuvo que hacer hasta llegar a Chicago, con la diferencia horaria de siete horas en Madrid.


Porque es alejarse un momento y pareciera que surge algún otro problema, que se descubre algún nuevo agujero en la economía ibérica.


Las preguntas para Rajoy a su llegada a Chicago se agolpaban. ¿Cómo pudo el gobierno no ver que había un desvío de cuatro décimas del déficit español? ¿Le preocupa que Eurostat vaya a enviar, de nuevo, a expertos para revisar las cuentas españolas? ¿Y qué es eso de que Hollande propone una recapitalización con fondos de rescate europeos de la banca española? ¿Sabe el presidente francés algo que los demás no conozcamos... aún?


El jefe de gobierno español paró el sábado los balones como pudo, pero está por ver -el encuentro en barco tiene la ventaja de dar un aislamiento extra- si también puede parar las pelotas germanas -y del resto de sus colegas europeos- tan bien como lo logró el Chelsea también la víspera ante el Bayern Múnich.


Rajoy también trató de presentar el encuentro acuático en Chicago como una manera de volver a poner a España como jugador internacional de relevancia.


"Quiero que España participe en los debates europeos y no sólo se preocupe de los asuntos españoles", declaró Rajoy.


El problema: no parece que esto vaya a suceder muy pronto. Mientras Rajoy volaba hacia Chicago, en Camp David, el primer ministro italiano, Mario Monti, anunciaba tras la Cumbre del G8 una cumbre en menos de un mes en Roma con Merkel y Hollande. De Rajoy, por el momento, ni rastro.