Jóvenes emigrantes

A la conquista de China

Cada vez más jóvenes se lanzan a labrarse un futuro en países emergentes. Javier Ferrández, un zaragozano de 22 años, narra su experiencia en el gigante asiático.

Javier, junto a un busto de Joaquín Costa
Javier, junto a un busto de Joaquín Costa
A. M. B.

Joven, licenciado y con escasa o ninguna experiencia laboral. Un perfil ideal para pasar a engrosar, si un golpe de fortuna o un esfuerzo ímprobo no lo impiden, las listas del paro. La alternativa, cada vez para más españoles, universitarios o no, consiste en emigrar. Según datos del Censo Electoral de Españoles Residentes en el Extranjero (CERA), un total de 25.936 aragoneses en edad de trabajar viven en estos momentos fuera del país.


La mayoría se inclinan por la cercanía que conceden los estados europeos. Muchos menos, por los países latinoamericanos en los que se habla el castellano o por Estados Unidos. Por último, una minoría opta por continentes más lejanos y exóticos, como Oceanía o Asia, donde China emerge como una de las opciones más llamativas. Hasta 49 aragoneses están empadronados en el gigante asiático (siete más que el año pasado), a los que se deben sumar aquellos que han ido becados o cuya estancia no está registrada de forma oficial.


Javier Ferrández, un zaragozano de 22 años licenciado en periodismo, dio hace poco más de un año el salto al país del arroz y el oso panda. Lo hizo con una beca FARO, gracias a la cual pasó a trabajar en el departamento de comunicación de la cámara de comercio que España tiene en Guangzhou (hay otras en Pekín y Shanghái). Una ocasión que no podía dejar escapar. "Antes de que surgiera la oportunidad llevaba dos años estudiando japonés, porque en general me gusta mucho la cultura oriental. De repente salió esta oportunidad y desde el primer momento no dudé en aprovecharla", narra el zaragozano.


Después de ocho meses, y una vez de vuelta a la capital aragonesa, el balance que hace de la experiencia es realmente positivo. No en vano, el próximo mes de septiembre regresará otra larga temporada para perfeccionar el idioma mientras prueba suerte en el mercado laboral.


No será una tarea sencilla, pero merece la pena. "China no es un país fácil, surgen trabas diarias y no te aparece la oportunidad de ganar dinero nada más llegar", señala. Sin embargo, con esfuerzo, ofrece un gran número de oportunidades: "Si consigues un buen nivel de chino, encuentras trabajo. No por tener mil carreras o másters te van a dar trabajo, lo que realmente buscan las empresas españolas son españoles con una titulación superior, no hace falta que sea ADE o Empresariales, que controlen el idioma". Un perfil que, según relata, no está demasiado extendido: "Sé que, por ejemplo, Inditex buscaba españoles que hablaran un alto nivel de chino y no lograba encontrarlos".


Muchos de los españoles que se deciden a vivir una aventura laboral en China se decantan por el sector de las importaciones y exportaciones. Sin embargo, apunta el aragonés, "los más demandados ahora mismo son los ingenieros, incluso los que no conocen el idioma en profundidad".


Aunque pueda llegar a parecer imposible, un lenguaje tan diferente se puede llegar a aprender. Así lo asegura este periodista: "Tras vivir 8 meses en el país aprobé el nivel 2 (de 6) de chino de la HSK -el equivalente a las escuelas de idiomas españolas-. Con eso te da para desenvolverte lo básico, ir a comprar, presentarte a la gente...".


El rollito de primavera, un mito


Aunque se esperaba algo parecido, los usos y costumbres de la población china es lo que más sorprendió al joven: "El impacto cultural es gigantesco. El idioma es muy diferente, la sociedad es totalmente distinta. Además, los chinos son los asiáticos más diferentes a nosotros en su forma de pensar, tienen su propia música y literatura, no les llega nada de fuera. Aunque parezca mentira, muchos jóvenes no conocen ni a los Beatles".


Otro paradigma. A la hora de sentarse a la mesa, el cuento distaba mucho del concepto de restaurante chino que concebimos en España. "Lo del rollito de primavera es un mito. En realidad comen cosas muy raras, hay platos que no podía ni verlos. Por ejemplo, un día una amiga china pidió en un restaurante una especie de carne amarilla y fría que olía literalmente a container. Ella no le encontró nada raro, pero los europeos tuvimos que pedir que lo apartaran de la mesa porque era imposible seguir comiendo. También hay que reconocer que tienen otros platos deliciosos", expone el zaragozano.


La necesidad despertó en Javier el cocinillas que todos llevamos dentro. "Tuve que irme hasta China para hacer mi primera tortilla de patatas", comenta entre risas.


Emigrar, una opción recomendable


Más por necesidad que por voluntad propia, salir del país nada más acabar la carrera es una tendencia cada día más extendida entre los jóvenes españoles. Aunque por obligado, no tiene por qué tratarse de un mal trago. "Te abre la mente. Yo sí que animaría a todos los que tengan oportunidad de salir fuera a hacerlo, especialmente en un momento tan complicado como este. Te hace más fuerte y te ayuda a estar mejor preparado", concluye un ilusionado Javier.