Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Isla Decepción

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Playa del Refugio Chileno, en isla Decepción, Shetland del Sur (Antártida)
antártida
JAVIER GALEANO

Por distintos motivos, me he ido a vivir a isla Decepción. Uno de ellos es tener la ocasión de compartir la experiencia antártica de Javier Galeano a través de nuestro blog. Sus entradas, además de transportarnos hasta allí, permiten aprender mucho.


Esta semana he sabido, leyéndole, que se cree que el nombre de esta isla se debe a que Nathaniel Palmer, a quien se atribuye haber sido el primero en entrar allí, un 15 de noviembre de 1820, encontró algo que no esperaba: «Un excelente puerto resguardado de los vientos». El uso de la palabra ‘deception’, que quiere decir ‘engaño’, pudo deberse a que nadie podía adivinar que allí se escondiera tan buen lugar para fondear. En este caso se trataba de un engaño con final feliz.


«También se cuentan leyendas sobre la decepción que provocó no encontrar los tesoros de piratas y bucaneros que nunca aparecieron», relata Javier, y Laura, desde los comentarios del blog, se apresura a retarle en broma: «Si hay tesoros escondidos por allí, ¡no se qué haces que no los estás buscando!». Nuestro ‘corresponsal’ en la Antártida le da la mejor respuesta: «El tesoro son las vivencias, las impresiones y los paisajes».


En nuestras conversaciones vía email, le pregunté si, en un lugar como aquel, uno se siente solo consigo mismo, rodeado de esa quietud inmensa (no tan quieta, recordemos la actividad sísmica), digamos entonces: rodeado de esa inmensidad intacta, o si, al vivir y convivir en un grupo tan pequeño de gente y en un espacio tan reducido como la base, se tiene sensación de multitud. Él me contaba que las relaciones interpersonales son muy especiales porque «todos damos lo mejor de nosotros, somos un grupo de gente que sabe que está viviendo en un sitio único, una experiencia que probablemente no repetirá, y con cierto peligro en las cosas de cada día». Esto se combina con momentos en que «llegas a sitios donde la soledad es inmensa, la quietud y el color te dejan tan impactado que solo llegas a decir ‘¡que bonito!’». Isla Decepción está también aquí, lejos de aquellas latitudes, con su engaño y sus peligros, con su soledad inmensa, con la certeza de que lo que hoy vivimos no se repetirá y que dar lo mejor de nosotros mismos merece la pena.