Tercer Milenio
En colaboración con ITA
Guerra y paz
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Freud se declara de acuerdo con el asombro manifestado por Einstein de que “resulte tan fácil entusiasmar a los hombres con la guerra” y la conjetura de que “algo debe de moverlos, una pulsión a odiar y aniquilar”. Y lo argumenta con la doctrina de las pulsiones del psicoanálisis. “Las pulsiones del ser humano son solo de dos clases: aquellas que quieren conservar y reunir -las llamamos eróticas o sexuales (…) -, y otras que quieren destruir y matar; que llamamos de agresión o de destrucción”. No es otra cosa, aclara, que “la conocida oposición entre amor y odio; esta quizá mantenga un nexo primordial con la polaridad entre atracción y repulsión, que desempeña un papel en la disciplina de usted”, refiriéndose a la física. Entonces, ¿es posible la paz? “Todo cuanto establezca ligazones de sentimiento entre los hombres no podrá menos que ejercer un efecto contrario a la guerra”, afirma el padre del psicoanálisis.
Para terminar, es Freud quien plantea una pregunta: “¿Por qué nos sublevamos tanto contra la guerra, usted y yo y tantos otros?”. Y él mismo la responde: “(…) no podemos hacer otra cosa. Somos pacifistas porque nos vemos precisados a serlo por razones orgánicas”.