Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Los cielos de los cuadros

Los climatólogos tienen en las pinacotecas una inesperada fuente de información climática. Este singular campo de estudio está basado en el cruce de la información contenida en los cielos de los cuadros con datos del clima de tiempos pasados procedentes de fuentes documentales muy diversas. Lo cierto es que la observación del cielo, tanto diurno como nocturno, ha sido, históricamente, uno de los principales motores del conocimiento humano. Durante todas las épocas, pintores de todos los rincones del mundo se han encargado de retratar los paisajes celestes y las distintas circunstancias propias del devenir atmosférico, dejándonos un valioso legado.

El Sahara era una zona húmeda cuando se hicieron las pinturas de Tassili n'Ajjer
pinturas sahara

METEOROLOGÍA RUPESTRE

Que el clima cambia no es una novedad exclusiva de estos tiempos modernos. En su dilatada historia, nuestro planeta se ha visto sometido a un sinfín de cambios climáticos de diferente magnitud, alguno de los cuales ha influido notablemente en la evolución de las sociedades humanas. En una de las pinturas rupestres más antiguas que se conocen, dibujada hacia el 100.000 a. C. en las cuevas de KwaZulu Natal, en Sudáfrica, aparece representada una danza de la lluvia, presidida por el chamán o maestro de ceremonias. Dicha representación pictórica pone de manifiesto la existencia, por aquel entonces, de sequías en aquel lugar del mundo; algo que sigue ocurriendo en la actualidad, allí y en muchos otros sitios, como consecuencia de la variabilidad natural del clima.


Algo más cerca en el tiempo, las pinturas de los abrigos rocosos de Tassili n’Ajjer, en pleno corazón del desierto del Sahara, describen de forma bastante fidedigna el gran cambio climático y de paisaje que aconteció en aquella zona hace unos 6.000 años. Los primeros pobladores de esos parajes (inhóspitos en la actualidad) se asentaron en aquel enclave del sur de la actual Argelia hacia el 10.000 a. C. Durante una etapa que podemos situar entre 6.500 a. C. y 4.000 a. C. se pintaron allí escenas de caza con presencia de felinos, antílopes, jirafas, elefantes, rinocerontes y otros grandes animales impropios de un clima desértico. Posteriormente, entre 4.000 a. C. y 1.500 a. C., el tema que pasa a dominar en las pinturas de Tassili es el de los grandes rebaños de bóvidos conducidos por unos hombres que cambiaron la caza por el pastoreo. Todas estas pinturas rupestres son testigos del cambio climático acontecido en el Sahara, mostrando la transición del Período Húmedo Africano –iniciado alrededor del 10.000 a. C. – al ‘Gran Árido’ que aconteció hacia el 4.000 a. C y que convirtió en inhabitable esa región del mundo.


RIADA PINTADA AL ÓLEO

Los cuadros nos permiten conocer con una mayor finura -ajustando la datación a años concretos- cómo se comportó el clima en otras épocas. En la pintura española encontramos un ejemplo muy ilustrativo en la obra ‘Vista de Zaragoza’ (1647), de Juan Bautista Martínez del Mazo, en donde se ve el puente de Piedra de la capital aragonesa derruido en su parte central. Sabemos por diferentes crónicas (‘Historia del clima de España’, de Font Tullot, 1988) que el río Ebro sufrió varias riadas en el invierno de 1645-46.


GÉLIDAS PINCELADAS

Entre 1565 y 1665, los paisajes invernales se convirtieron en un motivo muy recurrente entre los pintores europeos. Dicha circunstancia obedece a un hecho bien conocido y estudiado por los climatólogos: la Pequeña Edad de Hielo. Si bien este periodo frío de la historia abarca en Europa desde mediados del siglo XIV hasta mediados del XIX, fue a caballo entre los siglos XVI y XVII cuando la Pequeña Edad del Hielo alcanzó uno de sus momentos álgidos, sucediéndose por aquel entonces inviernos largos y muy rigurosos. El pintor flamenco Pieter Brueghel ‘El Viejo’ pintó hacia 1565 varias de sus escenas más conocidas, como ‘Cazadores en la nieve’, ‘El censo de Belén’ o ‘Masacre de los inocentes’, con presencia en todas ellas de nieve cubriendo el suelo y de hielo en los lagos, ríos y charcos.


Existen, igualmente, centenares de pinturas y grabados del Támesis congelado a su paso por Londres, sobre cuya helada superficie tenían lugar todos los años sus famosas Frozen Fairs (Ferias del Hielo), en las que legiones de vendedores ambulantes, feriantes y patinadores desarrollaban todo tipo de actividades.


Las grandes erupciones volcánicas también han tenido su fiel reflejo en los cuadros, ya que la inyección de grandes cantidades de partículas en la parte alta de la atmósfera, aparte de provocar el consiguiente enfriamiento global, hace que la luz se disperse de distinta manera en el aire, adquiriendo los atardeceres y amaneceres unas tonalidades rojizas y anaranjadas muy intensas. Cuando el paisajista inglés Joseph Mallord William Turner plasmó esos colores en muchos de sus cuadros, no sospechaba que los cielos encendidos que le inspiraron fueron provocados por la gigantesca erupción del volcán indonesio Tambora, ocurrida en abril de 1815. Algo parecido aconteció a finales del siglo XIX con la erupción del Krakatoa, también en Indonesia, ocurrida el 26 de agosto de 1883. El intenso color naranja del cielo que aparece en ‘El grito’ (1893) de Edvard Munch y en otros cuadros de pintores contemporáneos, muestra el efecto que tuvo la erupción del Krakatoa en los cielos del norte de Europa.


JOSÉ MIGUEL VIÑAS ES METEORÓLOGO


PARA SABER MÁS:

Museo del Prado.


La pintura y el tiempo atmosférico.


Reflexiones sobre las relaciones entre las representaciones pictóricas atmosféricas y la meteorología y el clima atlánticos.


Notas sobre Paleoclimatología y arte prehistórico.


El tiempo atmosférico en los cuadros de Dalí.


Art and climate (artículo en inglés).