En 1855, el turolense Florencio Muñoz pasó de fabricar cirios y velas a cocinar dulces, aprovechando la miel de sus abejas en lugar de la cera. Finalmente, se quedó con la producción de chocolate, un negocio artesanal que sus sucesores han mantenido vivo hasta nuestros días. Siglo y medio después, su tataranieto, también Florencio Muñoz, le ha dado un giro al apacible devenir de la empresa. “Hemos entrado en el mundo científico”, dice.

Se ha propuesto mejorar las características nutricionales de sus chocolates, desarrollar un producto nuevo, diferente, de mayor calidad. “Pensando en el beneficio del consumidor, pretendemos fortalecer el producto con determinados micronutrientes, como ácido fólico, vitaminas o hierro”, explica Muñoz.

Para ello, han buscado la colaboración del Grupo de Investigación de Alimentos de Origen Vegetal de la Universidad de Zaragoza. “De momento, estamos estudiando las características de los chocolates Muñoz y cómo enriquecerlos”, comenta Antonio Vercet, investigador del grupo.

En unos meses, las novedades Muñoz estarán ya en el mercado. Científico y empresario se reunieron ayer para determinar los nutrientes a incorporar y “este verano trabajaremos en ello”, apuntó Vercet. El reto para los investigadores es acometer el proyecto con la maquinaria de los años treinta, cuarenta y cincuenta que la empresa conserva. “Fue, además, una reivindicación de la empresa que los nuevos procesos respetasen su elaboración tradicional”.

Así, artesanía e innovación tecnológica se unen con el apoyo del cheque tecnológico de Ibercaja y el Gobierno de Aragón. Gracias a él, una empresa pequeña como esta puede innovar, mientras las multinacionales investigan también, con ventaja, cómo elevar el poder antioxidante del cacao.