Tercer Milenio

En colaboración con ITA

José Ramón Aranbarri: "La medicalización no le va a dar la felicidad a nadie"

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José Ramón Aranbarri, médico inspector del Gobierno vasco
José Ramón Aranbarri
CARLOS MUñOZ

José Ramón Aranbarri es médico inspector del Departamento de Sanidad del Gobierno vasco y miembro de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao. Denuncia la práctica de la ‘medicina defensiva’, responsable de provocar la medicalización de la sociedad del primer mundo. La divulgación científica es una de sus grandes pasiones. Ha sido prologuista del libro ‘En busca de la salud perdida’, del psiquiatra Juan Sánchez Vallejo.


PREGUNTA La medicalización convierte la salud en un artículo de consumo más...

RESPUESTA La medicalización es precisamente eso, convertir problemas de la vida cotidiana en enfermedades. Antes, cuando uno tenía problemas iba a confesarse al cura, hoy en día se va al sistema sanitario, que es gratis. Como médico inspector tengo mucho contacto con médicos de atención primaria. Suelen ver entre 30 y 35 pacientes al día, pero de verdaderas patologías solo tres o cuatro.


P. Nadie se libra de este fenómeno. En el caso de las mujeres, ciclos como el parto o la menopausia dejan de contemplarse de forma natural.

R. La menopausia es un hecho fisiológico, no patológico. Durante el periodo entre menarquía y menopausia la mujer es la joya de la corona. Es el único mecanismo para perpetuar la especie y está protegida por la naturaleza. Cuando deja de ser fértil se producen una serie de cambios hormonales necesarios. El problema es que los queremos modificar de nuevo químicamente. Es decir, a las mujeres en la menopausia se les trata con fármacos con estrógenos mientras que a las de edad fértil les quitamos la regla con anticonceptivos.


P. Los anticonceptivos orales son un auténtico cóctel de hormonas, ¿son realmente seguros?

R. La mujer está protegida desde el punto de vista cardiovascular por los estrógenos. La bomba de relojería es la asociación de anticonceptivos orales con el tabaco. Es muy poco probable que una mujer tenga problemas cardiovasculares, porque los estrógenos producen un ambiente hormonal que favorece su prevención. En cambio la asociación de tabaco y anticonceptivos provoca que el riesgo cardiovascular sea equiparable al del hombre.


P. El viagra ha cumplido ya diez años. ¿Cuál es su verdadera historia?

R. El viagra comenzó a comercializarse como un fármaco cardiovascular protector. Se descubrió que efectivamente era un vasodilatador, pero no solamente para el corazón, sino a nivel general. De tal manera que producía también un aumento del flujo sanguíneo a través de los senos cavernosos del pene. A partir de ahí se empezó a vender como un fármaco contra la impotencia masculina. El problema es que estamos tratando todas las impotencias como impotencias orgánicas con Viagra y, en personas en las que no existe una patología, la vasodilatación generalizada puede producir paradas cardíacas.


P. Sorprendentemente, la medicalización llega también a los niños. ¿Por qué se diagnostican tantos casos de déficit de atención con hiperactividad?

R. Es un tema controvertido. Antes no existían síndromes de trastorno por hiperactividad, hoy se sobrediagnostican muchos casos. Yo no soy partidario de tratar a los niños, su cerebro está en desarrollo. No podemos interferir porque se pueden producir alteraciones bioquímicas graves. De hecho, uno de los efectos secundarios de los fármacos del trastorno de hiperactividad es que producen un aumento del índice de suicidios en los niños.


P. Buscamos la felicidad dentro de una pastilla, ¿qué nos ocurre?

R. Nuestros padres no tenían tiempo para estar deprimidos. Hoy en día todo el mundo está deprimido. No es lógico, epidemiológicamente no se sostiene. Entre el 8 y el 12% de la población ha tenido algún tipo de proceso depresivo. Ante las frustraciones de la vida diaria no podemos esperar que haya una medicación que solucione eso. Tenemos que afrontar esas frustraciones desde otro punto de vista.


P. Un estudio reciente en neurociencia afectiva señala que los monjes budistas están mejor entrenados para la felicidad.

R. La felicidad en gran medida depende de las expectativas que cada uno tenga. ¿Qué es la felicidad? Para ti o para mí puede ser algo completamente diferente. Para nosotros, el monje budista es un desgraciado porque no tiene casa, no tiene coche, no tiene relaciones… La felicidad es la ecuación entre las expectativas que uno tiene y las que se han podido cumplir. No es un término absoluto. La medicalización no le va a dar la felicidad a nadie.


P. Cuando salimos de la consulta sin una receta, nos sentimos defraudados…

R. Los pacientes exigimos que el médico nos dé algo para restituirnos. Freud decía que no es importante que el médico sea bueno o malo, es importante que tenga un buen despacho, que vista bien y que recete cosas caras. Porque entonces el concepto del paciente es mucho mejor.