JUEGOS

Orcos, elfos, enanos y humanos: rol para PC al más puro Señor de los anillos

El Rol vuelve a su estado natural en PC con "Legend: Hand of God", un juego repleto de Orcos, Enanos y Elfos, que consta de 30 niveles, más de 30 especies de monstruos y un espectacular sistema de combates cinemáticos.

Hace miles de años los primeros pobladores alcanzaron la tierra de Aris. Las tribus salvajes de los Orcos habitaron las vastas planicies del oeste, los Enanos erigieron sus ciudades en las profundidades de las montañas de la tierra y los Elfos tejieron su magia en los bosques ancestrales del sur y estaban preparados para el momento en el que la luz y la sombra fueron separadas.


En este escenario el jugador de superar 30 niveles para conseguir reunir las tres partes que conforman el amuleto “Hand of God”. Para ello deberá sumergirse en el mundo de Aris y pelear en mazmorras dispuestas al azar. Y no será fácil, ya que el jugador tendrá que enfrentarse a más de 30 clases de enemigos entre los que hallará peligrosos monstruos finales.


Argumento completo

Los Orcos eran una poderosa raza guerrera, por lo que los Elfos y los Enanos establecieron un pacto ancestral que les permitiera resistir un ataque de los Orcos. La gente vivía en el Este, se ha escrito muy poco acerca de ellos, por su insignificante presencia en las crónicas del mundo. Esta era conocida como la tribu de los Hombres; una raza débil con ninguna habilidad o conocimiento particular. Se establecieron en las costas del este como granjeros y pescadores y vivían en una tierra inhóspita. Sin embargo, con el transcurrir de los años, se adaptaron a los más diversos cambios de la vida e, incluso, llegaron a habitar tanto las tierras heladas del Norte como los desiertos del este.


Kaskaras, el más poderoso de los magos élficos, ayudó a los enanos a abrir un antiguo portal, tras el cual merodeaba la Sombra. Su enorme orgullo les convenció del hecho de que podrían controlar a la Sombra e hicieron caso omiso de las advertencias de los más sabios. De esta forma la Sombra se introdujo en la tierra del mundo y las hordas de Demonios se apoderaron de Aris y destruyeron todo lo que encontraron a su paso. Masacraron a los líderes y los ejércitos que se intentaban oponer a las oleadas del mal.


Pronto Kaskaras perdió el control y, el mismo, fue sometido por los Demonios, pasando a servir al despreciable brujo de las Sombras. La gente perdió toda esperanza ante la debilidad y la amenaza de la esclavitud. Parecía que el final de la Guerra estaba cerca, cuando la luz, una vez más, tenía la oportunidad de crecer y florecer. Los hijos de los Reyes de los Hombres, Targon y su joven hermano Halgan, quienes habían crecido y se habían hecho hombres bajo el yugo de la Guerra, consiguieron reunir los ejércitos dispersados hasta unir bajo su mando los ejércitos de los Hombres, Elfos y Enanos. De forma gradual consiguieron repeler a los Demonios y cada pequeña brizna de terreno fue pagada con la sangre de estos valientes guerreros.


En una maniobra audaz, Targon se acercó al portal con una tropa de fieles seguidores expulsando a los Demonios al Reino de las Sombras, pero no tuvieron éxito en el sellado del portal oscuro. Targon reunió todo su poder y encendió la llama sagrada con la ayuda de la magia Élfica y algunos sacerdotes de los Enanos; una llama cuyo fuego acabó con todos los Demonios que se le acercaban y a los que se prohibió su entrada en Aris para siempre.


Aunque el precio de la Victoria fue muy alto, la paz reinó durante algún tiempo.


Pero, la Guerra todavía no había finalizado para Targon. Ordenó a sus más fieles comandantes fundar la Orden de la Llama Sagrada y construir un monasterio alrededor de tan delicada llama, con el fin de asegurarse de que esta nunca se extinguiera. Targon se introdujo en el portal con algunos de sus mejores guerreros para destruir al Señor de los Demonios de una vez por todas, para que la tierra pudiera descansar en paz y vengar así a su padre. Su joven hermano, Halgan, fue el encargado de gobernar la tierra y actuar como regente hasta su regreso.


Pero Targon nunca regresó. Transcurrieron décadas desde la gran Guerra y el Regente Halgan proseguía en el trono y reinaba la tierra con mano de hierro. La noche caía sobre el monasterio de la Orden y una procesión se dirigía hacia una pequeña capilla situada en lo alto del edificio. Esa noche, un joven novicio sería ordenado como Guardián, pero no tenía ni idea de que el destino de Aris residía sobre sus hombres.