San Pedro el Viejo cumple 900 años bajo las goteras que amenazan el monumento del siglo XII

El agua daña los capiteles del claustro, donde hay 18 que son originales. El Ayuntamiento de Huesca admite que no dispone de los 300.000 € que cuesta el derribo de una casa para liberar los ábsides.

La guía de San Pedro en la entrada de la iglesia, donde hay cerca de 20.000 visitas anuales.
La guía de San Pedro en la entrada de la iglesia, donde hay cerca de 20.000 visitas anuales.
Verónica Lacasa

Ayer volvió a llover sobre Huesca. Recibida siempre como una bendición en esta tierra, al agua se le se teme ahora en la iglesia de San Pedro el Viejo, monumento nacional desde 1885 que este año cumple su 900 aniversario bajo la amenaza de las goteras. Las filtraciones dañan sobre todo el claustro, donde las canaleras no dan abasto. Sus efectos son palpables en los capiteles. De los 38 existentes, 18 son originales del siglo XII y los relieves de alguno empiezan a desdibujarse. El edificio, el más antiguo de los que siguen en pie en la ciudad y en el que están enterrados dos reyes privativos de Aragón (antes de que su linaje se uniese al de los condes de Barcelona), clama por una nueva intervención que frene su deterioro. El problema vuelve a ser la falta de dinero.

Eduardo Cuello, presidente de la Asociación Obreros de San Pedro el Viejo, que vela por el monumento, alerta de la urgencia de una intervención para impedir que el agua siga erosionando la piedra. "Daña toda la zona de ábsides", señala su portavoz, también arquitecto. Según recuerda, en colaboración con la parroquia, la hermandad colocó hace unos años unos aleros para evitar que la lluvia cayera por la pared. "Cuando en el claustro se hizo la última obra, la de las cubiertas, se puso una canal pequeña. No es suficiente ya que ahora todo eso desborda sobre los capiteles y los fustes, donde la piedra se deteriorar de forma acelerada", explica. Cuello asegura que como esto no se resuelva pronto, en 10 años no habrá capiteles".

La última inversión en el claustro, la de la reparación de las cubiertas y la rehabilitación de la capilla de San Bartolomé, panteón real, se acometió en 2011. El Gobierno de Aragón financió con 125.000 euros la reparación del tejado, que hasta entonces era de cañizo y paja (un auténtico coladero), y la restauración del espacio donde están enterrado Alfonso I y Ramiro II el Monje.

Se renovó toda la techumbre salvo la de la vertiente este, que aún está bajo las construcciones traseras de las viviendas de la calle Ramiro el Monje (la Correría). Más allá del agua, es aquí donde está la clave de la restauración de San Pedro el Viejo, y de su dignificación como sede real en la Edad Media, según incide Eduardo Cuello. "Lo urgente es derribar los edificios que hay sobre el monumento para recomponer su fábrica original y solucionar problemas de vertientes de agua", comenta el presidente de la asociación. Cuando esto se lleve a cabo habrá que restaurar los ábsides y "realizar alguna investigación arqueológica", añade.

Un millón por las casas

San Pedro el Viejo se levantó en 1117, cuando reinaba Alfonso I, sobre un templo anterior de la época visigoda. Su hermano y sucesor, Ramiro II, se retiró a este monasterio después de arreglar los esponsales de su hija Petronila con Ramón Berenguer, conde de Barcelona. Y aquí, en la capilla que él empleaba como propia, está enterrado. Los restos de su antecesor, sepultado en la abadía de Montearagón, llegaron al panteón desde allí en 1845.

Con el paso de los siglos, se marcharon los monjes benedictinos que lo ocuparon, se produjo la desamortización y el templo, casi en la ruina, estuvo a punto de demolerse. Su declaración como monumento y unas completas obras de restauración lo asentaron en el centro urbano. Y quedó envuelto por las viviendas que entonces comenzaron a edificarse sobre tres de sus fachadas.

San Pedro aguantó en pie, pero sometido a los daños que estas construcciones provocaban en sus estructura, por el peso y la humedad, sobre todo en la parte este, en la calle que lleva el nombre del rey monje. En 2011 se aprobó un plan director que determinó, no sin polémica, que en lugar de derruir las viviendas adosadas a los ábsides y al claustro, se demoliera solo una parte de ellas. Las expropiaciones han costado casi un millón de euros.

En 2004 salió adelante un plan especial para liberar al templo de los edificios adosados. Antes, en 2001, el dueño del que está situado en el número 2 de la plaza de San Pedro llegó a un acuerdo económico con el ayuntamiento y los ábsides románicos empezaron a verse. Quedaba negociar con los seis propietarios de los inmuebles afectados en la Correría. En 2007 se demolieron las traseras de los números 31 y 29. Más largo fue el proceso del número 27, que está pendiente de un derribo que costará 300.000 euros.

Restauración condicionada

La concejal de Urbanismo, María Rodrigo, admite que es una cantidad importante "y el Ayuntamiento tiene poco dinero". "Somos conscientes de que la restauración depende de estos derribos y en cuanto podamos los acometeremos porque el problema es la disponibilidad presupuestaria".

San Pedro es propiedad del Obispado de Huesca, que está en contacto con el Gobierno de Aragón. El año pasado, el director general de Cultura, Nacho Escuín, visitó el templo y conoció la situación. El responsable de Patrimonio de la diócesis, José Mª Nasarre, reconoce que desde hace bastantes años "ha habido una ininterrumpida inversión". "Pero el problema de estos edificios es que son viejos y el mantenimiento ordinario, a cargo del obispado, es costoso", apunta.

Nasarre explica que edificios como San Pedro tienen "una dimensión no solo litúrgica sino también cultural y la sociedad tendría que tomar parte en ello". "Los otros panteones de la Corona de Aragón, además de en San Juan de la Peña, están en Santes Creus y Poblet, y alguno en la catedral de Barcelona, y si nosotros no hacemos algo por cultivar las raíces históricas de nuestro pasado...", apunta,

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