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¿Se puede aprender a dormir o la falta de sueño es eterna?

El 58% de la población española descansa mal. Un problema en el que entran en juego factores genéticos, hormonales y de hábitos de vida y entre cuyas consecuencias se encuentra el consumo de fármacos.

La media de descanso en España se sitúa por debajo de la media europea.
La media de descanso en España se sitúa por debajo de la media europea.

La importancia de una correcta higiene del sueño es una cuestión de sobra conocida. Son numerosas las publicaciones que han estudiado cuál es el número de horas recomendadas para un descanso correcto o los hábitos con los que se puede conseguir, entre otros factores. Sin embargo, ¿cuáles son las consecuencias de una rutina de vigilia incorrecta?, ¿aprueban los españoles la media recomendada? Según la última encuesta publicada de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), la media de descanso en España se sitúa en menos de siete horas, lo que se encuentra por debajo de la de países vecinos como Portugal o Italia que superan este tiempo.

En cuanto a la calidad del descanso, los datos más recientes, recogidos en el estudio ‘¿Cómo duermen los españoles?’, realizado por Ipsos para Philips en colaboración con la Sociedad Española de Sueño (SES) el pasado mes de marzo, reflejan que un 58% de la población del país duerme mal. Un porcentaje en el que el insomnio juega un papel fundamental. En concreto, según esta investigación, el 75% de los españoles se despierta al menos una vez por la noche y tres de cada diez afirman directamente que padecen insomnio.

Esta falta de sueño se puede deber a diversos factores, como el estrés, pero también tiene un componente genético, pudiéndose transmitir de padres a hijos, y hormonal, aumentando en etapas como la menopausia. Esta imposibilidad de conciliar el sueño está provocando el aumento del uso de medicamentos para conseguir dicho fin. La última Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España, elaborada por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, confirma que un 11,1% de españoles, superando las mujeres a los hombres, recurren a hipnosedantes con o sin receta, situándose así en el pódium de las drogas más consumidas por detrás del alcohol y el tabaco.

Los actores que pueden afectar a la calidad de la vigilia son muy diversos, como la temperatura de la habitación, una alimentación incorrecta o el uso de los dispositivos móviles antes de dormir. Asimismo, sus consecuencias también son muy amplias. Dormir poco puede trastocar la regulación metabólica, haciendo que se produzcan aumentos de peso –un aspecto que afecta sobre todo a los niños–; puede disminuir el rendimiento físico; afecta a la salud mental, ya que limita la capacidad cognitiva (la atención, la memoria y el aprendizaje); puede producir trastornos mentales y de comportamiento. 

José Ramón Valdizán es uno de los mayores expertos del país en Medicina del Sueño. Tras haber estado varios años al frente de la Jefatura del Servicio de Neurofisiología del Hospital Miguel Servet de Zaragoza, actualmente es neurólogo de Trastornos Neurofuncionales de la Clínica Montpellier de la capital aragonesa. "El insomnio afecta a entre un 15 o un 35% de los mayores de 65 años y se puede transmitir de padres a hijos en el 58% de los casos. Es significativo también en las mujeres durante la menopausia, debido a los cambios hormonales y metabólicos que se dan, pudiendo ocasionar aumento de peso y desencadenar un síndrome de apnea-hipopnea obstructiva del sueño", apunta el doctor. Entre las consecuencias que produce la falta de sueño, este experto destaca la menor capacidad para mantener la atención durante la vigilia, la irritación con uno mismo y con el entorno, el cansancio, la apatía, el bajo nivel del estado de ánimo y el exceso de consumo de hipnóticos, tranquilizantes y antidepresivos.

Cabe destacar que cuando se habla de ‘dormir bien’ se hace referencia a hacerlo de forma continuada y alternando las fases del sueño lento (NREM) y rápido (REM) en tres o cuatro ciclos y sin vigilias. Tal y como señala Valdizán, los principales efectos positivos que esta práctica reporta al organismo son "el equilibrio y la reparación funcional del cuerpo, la restauración celular, la secreción de hormonas vitales, la consolidación de la memoria, la estimulación de la corteza cerebral y la eliminación de residuos neuronales a través del sistema glinfático, lo que permite una contracción celular y, con ello, el líquido encefalorraquídeo circula más fácilmente para eliminar dichos residuos".

El patrón de las ocho horas

Una de las principales creencias sobre el sueño es la de que se ha de dormir ocho horas diarias, algo que asumen como certeza algunos investigadores del sueño. A este respecto, el profesional indica que esta pauta empezó a comienzos del siglo XIX, "cuando se extendió la luz por ciudades, fábricas y hogares. La difusión del reloj con la industrialización, que va a estructurar el tiempo de las personas en horas y minutos, con la aparición del ferrocarril y sus horarios, constituyen el preámbulo de la reivindicación de dormir ocho horas, que apareció a finales de ese siglo, cuando los sindicatos asumen los ‘tres ochos’ (ocho para dormir, ocho para el disfrute y la familia y ocho para trabajar). Así, la sociedad industrial acabará imponiendo este parámetro a los ciudadanos y al resto de sociedades menos industrializadas y a nivel mundial el sueño será monofásico".

No obstante y según datos de la Sociedad Española del Sueño, más de la mitad de los españoles no duerme bien. Una preocupante realidad cuyas causas se remontan a la segunda mitad del siglo XX (1960 a 1990), una época en la que predominaba "la investigación del sueño dirigiéndose sobre todo a determinar la fisiología del sueño y su aplicación a la clínica, pero sin hacer recomendaciones sistemáticas a la población", señala Valdizán. Tal y como sostiene el experto, factores como los cambios sociales que se dan entonces, cuando la gente empezó a trabajar más horas y con menor tiempo de los padres para atender a sus hijos, el aumento de los viajes transoceánicos, la proliferación de comercios o el masivo consumo de televisión, influyeron notablemente en el sueño infantil.

Asimismo, conviene recordar que, en el mundo industrial y de servicios, donde el trabajo a turnos está muy extendido, los trabajadores presentan más trastornos del sueño como insomnio, ronquido o excesiva somnolencia diurna, entre otros, "originando una peor calidad de sueño y más personas con depresión", apunta el neurólogo, que concluye al respecto que "los cambios sociales han disminuido las horas y la calidad de sueño".

Tratar el insomnio

Aunque existe un insomnio primario que no tiene causa médica y que dura al menos un mes, hay otro secundario cuyo origen puede ser médico, genético, endocrino, metabólico o ambiental. Para ello y además del tratamiento farmacológico tanto específico del sueño como de otras patologías, los profesionales del ámbito tienen muy en cuenta las ‘Pautas de higiene de sueño’, que establecen una serie de patrones para poder gozar de una buena salud a la hora de dormir y que abarca aspectos como las condiciones en la que ha de estar la habitación, la situación de la cama o las prácticas que deben evitarse antes de acostarse.

A este respecto, Valdizán apunta que sí que se puede 'aprender a dormir’. "A través de herramientas como estas y de otras como la elaboración de una ‘Agenda del sueño’, donde, entre otros datos, se escriban la hora de acostarse y los efectos de hacer cambios aleatorios en la misma, se puede conseguir. Pero, para aprender a dormir, hay que empezar a regular la hora de acostarse que, por cierto, es la mayor causa de los insomnios", sostiene el profesional.

El abuso de los hipnosedantes

Los hipnosedantes se sitúan como la tercera sustancia más consumida por los españoles, por detrás del tabaco y el alcohol. En los últimos años, el uso de estos medicamentos que ayudan a conciliar el sueño se ha duplicado, además, la edad de inicio de consumo de los mismos se ha posicionado como la más precoz, antes de los 14 años. Un auge que, según la secretaria de la junta del Colegio de Farmacéuticos de Zaragoza, Raquel García, es multifactorial. "Puede deberse a una patología de base, como problemas de dolor, o a una cronodisrupción, es decir, a la ruptura de ciclo circadiano, provocada por una mala higiene del sueño", afirma García. Junto a estos factores, la experta también destaca que uno de los inconvenientes a la hora de prescribir estos tratamientos, que deben de ser de una duración corta de tres a cinco semanas, reside en que "se va a un problema y no a la causa para tratar un síntoma".

Junto a los hipnosedantes, también se demandan cada día en mayor medida otras alternativas más suaves y que no precisan receta. "A nivel de farmacia tenemos un arma bastante importante que es la fitoterapia, que se puede usar durante más tiempo y para casos más leves. Esta rama engloba a los medicamentos procedentes de plantas medicinales que ayudan a inducir el sueño y a otras sustancias como la melatonina, que contribuyen a establecer los ciclos circadianos", explica la especialista. 

Para García, la base del incremento de la demanda reside en que «los productos naturales están cada día más cotizados». Además, las propias características de estos medicamentos también influyen, ya que son productos que no van a crear dependencia. Debido a este auge, pese a que no es necesaria la suscripción médica, sí que se sigue un protocolo de actuación a la hora de suministrar la medicación. "Lo primero que se hace es consultar con el paciente e investigar un poco qué es lo que le pasa y cuáles son las circunstancias, ya que en casos más graves se debe remitir al especialista y si se suministra siempre debe ser durante un periodo corto y con revisiones periódicas", concluye.

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