Ana Sáez, enfermera: "Dejé el trabajo y la ciudad para ir de cooperante al Chad"

Esta enfermera almeriense, de 28 años, partió con la última expedición de la Fundación de médicos aragoneses Ilumináfrica para tratar a adultos y niños con problemas de visión en el Hôpital de Saint Joseph de Bébédjia, en la República del Chad.

La enfermera Ana Sáez durante su voluntariado en la República del Chad (África).
La enfermera Ana Sáez durante su voluntariado en la República del Chad (África).
A. S.

La enfermera Ana Sáez, de 28 años, resume su voluntariado en el Chad como "una de las mejores experiencias de mi vida".

En su caso, dejó su trabajo –en un hospital de Madrid- y la ciudad para poder embarcarse en la aventura de devolver la vista a una de las poblaciones más desfavorecidas del continente africano. "Vi la oferta de voluntariado a través de una página de internet. Es la primera vez que lo hacía, pero llevaba mucho tiempo pensándolo", confiesa.

Su destino fue el Hôpital de Saint Joseph de Bébédjia, en la República del Chad, donde coincidió con otra expedición de cuatro personas –un hematólogo, un pediatra, una matrona y un jefe de proyectos- del 13 de abril al 7 de julio de este año. Su misión allí era hacerles una revisión de la vista a los niños de los colegios de la zona, pero la situación política del momento les obligó a cambiar de planes. "Los maestros estaban en huelga porque el Gobierno no les pagaba los sueldos. Cuando fui yo justo acababa, pero al mes siguiente volvieron, y no pude hacer las labores de sensibilización con Edouard, el óptico local de allí", cuenta.

Ana Sáez, enfermera: Dejé el trabajo y la ciudad para ir de cooperante al Chad

De vuelta al hospital de Bédédjia, donde se alojaba, se dedicó a acompañar a este profesional en sus revisiones y a ayudar tanto en quirófano como en consulta en todo lo que hiciera falta. "Personalmente, me llevé una maleta llena de gafas que fueron donadas y se fueron repartiendo a la gente que iba con problemas, tanto a quienes necesitaban gafas de protección solar, como a todo el personal de allí, enfermeros locales etc. que aprovecharon esas gafas y también las lentes para fabricarlas. Yo estaba para acompañar a Edouard, el óptico, pues el hospital de allí funciona como un centro de salud. La gente que tiene problemas visuales acude a la óptica y se hace la revisión", indica.

Lo que más le sorprendió de este viaje como cooperante fue los casos que encontró allí. "Son situaciones que impactan mucho, enfermedades que nunca había visto hasta entonces: malnutrición, tétanos... Me costó un poco asimilar una realidad tan diferente y dura", subraya.

En el lado positivo, Ana se queda con el trato de una gente que, a su juicio, es maravillosa por su manera de afrontar las cosas. "Mi mejor recuerdo son ellos. Gente que te lo da todo y que es súper generosa. Lo poquito que tienen te lo ofrecen, y agradecen simplemente el hecho de que estás allí con ellos. A pesar de las dificultades y de la situación que viven, siempre tienen una sonrisa. Para mí fue como una familia y sigo teniendo el contacto con voluntarios españoles y trabajadores del hospital", indica.

Cuando Ana decidió embarcarse en esta experiencia trabajaba como enfermera de quirófano en un hospital de Madrid; pero después de lo vivido, asegura que no le pesa haber dejado todo para irse a ayudar allí. "Lo estuve pensando durante un año, me decidí a hacerlo y no me arrepiento en absoluto. Es una de las mejores experiencias de mi vida. A pesar de ser dura, es muy gratificante y he crecido mucho personal y emocionalmente. Es otra realidad… Te hace replantearte muchas cosas. A veces aquí nos calentamos la cabeza con cosas insignificantes y allí te das cuenta de que con muy poco se puede hacer grandes cosas", comenta.

En el Hospital de Saint Joseph, donde ella estuvo, había un médico local y dos monjas -una mexicana y otra italiana- que llevan el servicio de pediatría, cirugía, maternidad y Medicina Interna. Aun con todo, la falta de médicos y recursos es patente. No hay rayos, ni escáner, ni tan siquiera medios para hacer una resonancia. "El trabajo es diferente y no les queda otra, porque no tienen la tecnología suficiente para trabajar como aquí", señala. A pesar de todo, Ana quiere volver. Mantiene el contacto con otros voluntarios españoles y trabajadores locales del Chad, y guarda consigo el recuerdo de una sociedad muy diferente que le invita a repetir experiencia. "Allí siempre van con una sonrisa y si algo sale mal, lo aceptan. Es también algo de la cultura, de la religión. Confían mucho en la voluntad de Dios. Son muy fuertes, y es verdad que para llegar al hospital había gente que andaba durante días o cogía la bicicleta y recorría largas distancias hasta llegar allí… Mujeres embarazadas también, con un trabajo de parto prolongado por delante... Son personas admirables", recalca ella.

- Leer otros testimonios.

- Participa en el IV Concurso de Microrrelatos solidarios Ilumináfrica.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión