África llora
Microrrelato de Mercedes Marín, finalista en la categoría de África.
Aguas rotas, verdes de desamor y lujuria perversa, inundan su cama y el amanecer. En antónimo contraste, rojizos brillos se afanan por acentuar la belleza en las corrientes más líricas del río Benue.
Fluyen aún restos de subsahariana luna en esa intersección del día y la noche cuando Shaira despierta empapada de amnióticas zozobras. Hace menos de un año que su madre la obligó a casarse y, por consiguiente, a someterse a los deseos de aquel hombre mayor.
Relámpagos de fiero dolor recorren hoy su vientre, su negra espina dorsal y su corazón de trece años. Shaira entiende muy bien lo que está por llegar y solloza queda sobre el desierto de esta emoción.
Intuye que se ha adelantado ese instante temido en el que, como en un cuadrilátero pugilístico, deberá medir su resistencia y fortaleza como mujer. Así lo esperan todos. Y así, sin más dilatación, se inicia un combate de contracciones sobre el atípico y desarrollado abdomen que Shaira soporta con los ojos agrandados y la garganta muda de opresión.
Cuatrocientos veinte minutos de terrible e infantil padecimiento después, Shaira se agota. Su vida y la del ser que guarda en sus entrañas se vierten en el aire caliente de una tarde espesa y demasiado cruel.
Anónima, la niña-madre muerta desaparece entre otras muchas que, como ella, solo conocerán la cara más espantosa de un continente olvidado. África llora en un acróstico de final infeliz, de principio infeliz.