Solidaridad médica de Zaragoza con Lima

Un equipo de nueve profesionales sanitarios operan en dos semanas un total de 109 piernas aquejadas por varices, una patología que afecta al 30% de la población en Peru.

Sanitarios de Zaragoza junto a varios profesionales del hospital en Perú.
Sanitarios de Zaragoza junto a varios profesionales del hospital en Perú.
Heraldo.es

Más de 70 pacientes, un total de 109 piernas intervenidas. Ese es el balance final con el que concluyó el proyecto solidario de cirugía vascular integrado por un equipo humano de nueve miembros, mayoritariamente del Hospital Miguel Servet de Zaragoza: dos cirujanos vasculares, dos enfermeras, un anestesista, un residente y un estudiante de 5º curso de Medicina, junto con otro anestesista y una radióloga de Madrid. Todos ellos participaron en una iniciativa que, promovida por Cirujanos en Acción y en colaboración con los hospitales Miguel Servet y Quironsalud Zaragozase prolongó durante dos semanas en el distrito de Ventanilla, en Lima (Perú), donde la dolencia tratada fueron las varices.

"La valoración es muy positiva. Todos los médicos tenemos la experiencia de la gente que te agradece tu trabajo, pero aquí había gente que pensaba que jamás podría operarse. Fueron 15 días que sirvieron para mejorar para siempre la calidad de vida de muchas personas", explica Concha Bernardos, cirujana vascular y una de las responsables de la expedición.

Las varices, uno de los problemas cardiovasculares más frecuentes en Perú (afecta a alrededor del 30% de la población), fue la patología intervenida. "Allí no tienen una cobertura pública como en España. Se trata de una afección que, si se desarrolla, puede producir úlcera, flebitis, trombosis... No es tan benigna como creemos", relata Bernardos, al mismo tiempo que explica que "buscábamos una dolencia muy común, cuya intervención precisara poco seguimiento relativamente, ya que íbamos a estar solo dos semanas, y que fuera eficaz. Sin duda se sobrepasaron los límites establecidos", asegura.

El día a día en Lima, marcado por las importantes desventajas técnicas con las que cuenta el país, marcó el desarrollo de una actividad que implicó jornadas "maratonianas" de trabajo. "La primera semana, al día siguiente de llegar, tuvimos que ver 50 pacientes para seleccionar a aquellos que íbamos a tratar los primeros días. Por las mañanas nos dedicábamos a operar, una media de 10 personas al día, y por la tarde veíamos el estado de otros pacientes, además de revisar a aquellos que ya habían sido operados", indica.

La falta de medios fue, sin duda, el gran déficit con el que contó la expedición en suelo peruano. Material donado o directamente llevado desde España sirvió para, a través de la cirugía vascular tradicional, mucho más económica que las nuevas y modernas técnicas, tratar esta dolencia. Un procedimiento en el cual, mediante una incisión en la ingle, se elimina la vena safena interna, que es la que con mayor frecuencia se estropea. "Con otros sistemas más novedosos pero más caros no sacas la vena del todo, se quema de forma interna con láser. A la hora de operar allí la gran diferencia respecto a España es que en el hospital no hay nada. A nivel anestésico tampoco es lo mismo. Nosotros utilizamos anestesia regional, si hubiera que haber dormido a algún paciente lo hubiéramos notado aún más", relata Bernardos.

La aventura en Lima fue la primera "a nivel sanitario" de la doctora, que el verano pasado ya cruzó las fronteras en su afán de ayudar a los demás. "Yo pensaba que era imposible convertir en realidad este tipo de iniciativas. El año pasado viajé a Grecia para ayudar en un campo de refugiados. Entonces no disponía de mucho tiempo y me resultó muy duro. En una semana creía que había sido poco útil. Pensé cómo podía ayudar más y decidí embarcarme en este maravilloso viaje", afirma.

Veteranía y juventud

Pero la experiencia no solo contó con la experiencia y veteranía de médicos con una amplia trayectoria a sus espaldas. Hasta Perú viajó también Íñigo Isern, estudiante zaragozano de 5º de Medicina, que, a punto de concluir su etapa formativa, inicia así su trayectoria médica. “En mi caso, que todavía no soy profesional de la medicina, fue una clase magistral. Poder compartir este tipo de aventuras con otros profesionales sanitarios es algo muy enriquecedor. Además, actuamos también en colaboración con otros médicos y residentes de otros países, lo que te permite establecer y crear relaciones con médicos y residentes de otros países, conocer otras culturas y crecer a nivel humano", concluye el joven de 23 años.

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