"¡Investigar funciona y fumar mata!"

En el Día Mundial contra el Cáncer, Alberto Jiménez Schuhmacher, investigación del CNIO, aporta su visión sobre la enfermedad y su posible prevención.

Dicen que las guerras de hoy son distintas a las de antes. La visita al oncólogo hoy es muy diferente a lo que era hace solo unos años. No tiene absolutamente nada que ver con lo que era cuando empezó esta Guerra contra el Cáncer declarada por Nixon en 1971. El objetivo militar era encontrar una cura al final de la década emulando la promesa de Kennedy de poner al hombre en la Luna al final de la predecesora.  ¿Por qué no hemos curado el cáncer y, sin embargo, Aldrin pudo hacerse un selfie en la Luna?


Lo cierto es que la supervivencia, en promedio, ha pasado del 35% a más del 53% en este periodo y subir a la Luna era fácil. Alunizar requería muchos recursos y el trabajo de innumerables personas pero el conocimiento básico, la ciencia que se necesitaba para hacerlo, la física, los materiales, la ingeniería se conocían y entendían en su mayor parte. Hemos tardado más de 40 años en edificar el conocimiento fundamental sobre el cáncer y en desarrollar la tecnología necesaria para combatirlo. Hoy sabemos que el cáncer son más de 200 enfermedades diferentes con la idiosincrasia genómica de cada paciente. Sentimos en el laboratorio que las cosas están cambiando, empezamos a ganar batallas a los cánceres. Estamos convencidos de que la conversación de un oncólogo con su paciente será muy distinta a la que tiene hoy al terminar esta “década D”.


Este año se han producido muchos avances que nos permiten entender mejor la biología de los tumores. Continúa la explosión de herramientas de ingeniería genética como CRISPR y se han producido nuevos descubrimientos que abarcan desde el origen de un tumor hasta aspectos claves de las metástasis. Muchos de ellos escritos en inglés por nativos de la lengua cervantina. Gracias a este conocimiento se están desarrollando terapias específicas contra dianas concretas.  Se han aprobado nuevos fármacos que actúan como misiles de alta precisión teledirigidos contra estas dianas y no como la bomba liberada por el Enola Gai. Se agilizan y aceleran los ensayos clínicos. Agudizamos la mirada humana al océano, a veces tsunami, de datos genómicos.


El Apolo XI en esta guerra se llama inmunoterapia. Nuestras defensas se encuentran sobornadas por las células tumorales. Estamos descubriendo cómo funciona el sistema inmune frente a tumores, los mecanismos moleculares involucrados y cómo podemos manipularlos para que sirvan como nuevas terapias. De momento  funciona en pocos pacientes pero cuando lo hace es asombroso. Poco a poco empezamos a entender el cómo y el por qué. Al principio se pensaba que sólo serviría para tratar algunos casos de melanoma y empieza a funcionar en otros tipos de tumores de pulmón, vejiga y linfoma. Comenzamos a poder identificar a aquellas personas que pueden beneficiarse de estos tratamientos novedosos.


Se están desarrollando nuevas inmunoterapias, como la que la pequeña Ari quiso traer a España. La guerrera ha caído pero queda su mensaje. Su iniciativa ayudará a mejorar la atención personas con leucemia que pronto se beneficiarán de tratamientos más eficaces y menos agresivos de los que ella recibió.



Otro héroe es Pablo Ráez quien ha conseguido que las donaciones de médula aumenten extraordinariamente en este país normalizando su leucemia en las redes sociales y sus campañas de concienciación.  La investigación de hoy es la medicina de mañana, pero donando médula podemos salvar vidas ya.


Hay quien asevera que ya hemos vivido una III Guerra Mundial y que ha sido económica. Las guerras de hoy recortan derechos, no dejemos que la falta de inversión nos aleje de tratamientos. Inversión que no gasto. No perdamos también la guerra del lenguaje. Y es que investigar hace que las terapias lleguen antes donde se descubren y sus conciudadanos se benefician antes de esos tratamientos. Además generan riqueza. Podemos investigar o pagar un alto precio para traer los descubrimientos de otros. Esta idea la tienen clara entidades como la Asociación Española Contra el Cáncer que ha multiplicado su aportación a la investigación en estos años de crisis. Aragón parece despertar con un Pacto por la Ciencia y un impulso en la investigación biomédica con el IIS Aragón, el BIFI y el programa ARAID, entre otros, que hace que muchos científicos veamos atractivo y valoremos volver a casa, algo impensable hace unos años.


Dentro de un siglo los científicos y médicos se preguntarán por qué invertimos tanto esfuerzo en tratar tumores cuando están en fases tardías si, cuando se detectan de forma temprana, en muchos casos, pueden curarse o eliminarse fácilmente. Con el avance y abaratamiento de las tecnologías para analizar el ADN empezamos a poder detectar mutaciones en fragmentos de ADN y células liberadas por un tumor a la sangre. Se conoce como biopsia líquida y este año se ha aprobado un test que permite identificar a pacientes con un tipo de cáncer de pulmón que podrían beneficiarse de un tratamiento concreto. Es el primero pero en un futuro muy próximo este tipo de análisis serán rutinarios.


Las guerras de hoy son diferentes a las de antes. Existen guerras preventivas, guerras contra el terrorismo. Estas guerras serían tan innecesarias y podrían evitarse con educación. La mejor inversión es siempre la educación. Los mejores mercados son el talento y la cultura, nos recuerda a menudo el profesor Carlos López Otín. Hoy nos sorprende que solo hace unos años se pudiera fumar en un autobús o en el lugar de trabajo. Un médico te recibía con un pitillo en la boca. Algún día nos parecerá sorprendente que se pudiera fumar. Cualquier alimento con una etiqueta que pusiera “tomar este alimento mata” sería motivo suficiente para no estar en el supermercado. La gente no decide fumar libremente, lo hace cuando es muy joven y no puede valorar sus consecuencias, luego ya están enganchados. A mi edad no conozco a nadie que empiece a fumar y sin embargo conozco a muchas personas que están intentando dejarlo. Como decía Mark Twain, debe de ser fácil porque lo hacen muchas veces.


Ganemos esta guerra preventiva. Hay que limitar su promoción entre los jóvenes aún más. Hay que poner las cajetillas de tabaco al precio del alquiler de las instalaciones deportivas y viceversa. A 35 euros la cajetilla no empezaría a fumar ningún joven y tampoco tendría que intentar dejar el vicio unos años más tarde. Tal vez demasiado tarde para su salud. En una generación acabaríamos con el problema. Uno de cada tres tumores se relacionan directamente con el tabaco. ¡Investigar funciona y fumar mata! Lo pone en las cajetillas, bueno solo lo segundo.


* Alberto Jiménez Schuhmacher es investigador del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas

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