Caminar es beneficioso para reducir el estrés y romper con las actitudes negativas

Se liberan endorfinas y el cerebro se siente más eufórico y optimista.

Un grupo de senderistas avanza por el Camino Natural de la Sierra de San Quílez.
Un grupo de senderistas avanza por el Camino Natural de la Sierra de San Quílez.
Concha Silván

Caminar vuelve al cerebro más creativo y ayuda a curar las penas. Esta es una de las reflexiones que se recogen en un artículo elaborado por el neurólogo José Ángel Obeso, director del Centro Integral en Neurociencias de Madrid (España), quien expone cómo los hábitos rutinarios, fundamentalmente en las ciudades, nos automatizan y, a la postre, nos estresan, nos hacen infelices.


El mayor enemigo para nuestro cerebro es, por tanto, la rutina. La repetición de unos mismos procesos a diario evita la presencia de nuevos estímulos, por lo que se va cayendo en el desánimo y la depresión. El cerebro se hace más lento y aparecen fallos de memoria, ya que, ante una baja motivación, el recuerdo es menor.


Otra consecuencia del desánimo es que se establecen menos conexiones neuronales, por lo que los momentos de disfrute y la creatividad también decrecen. Como consecuencia, la salud emocional termina por influir en la salud física.


Estos cerebros automatizados se dan especialmente en las grandes ciudades, entre aquellas personas que apenas dedican tiempo a sus propias necesidades emocionales, que viven en grandes urbes rodeadas de contaminación y dosis muy elevadas de estrés.


Ante todo esto, caminar surge como un acto liberador. Como dice este neurólogo: "Los caminantes no tienen obligaciones, solo el sencillo placer de liberarse paso a paso en su camino".


El acto de andar es fácil y el cerebro no tiene que preocuparse de nada. Si, además, recibe una dosis extra de oxígeno y de aire puro, se siente todavía mejor. Es en ese momento cuando empieza a estimularse nuestro lóbulo central, el que está relacionado con la creatividad y el estado de ánimo. Asimismo, se liberan endorfinas de forma natural y el cerebro se siente más eufórico y optimista.


Pero, sobre todo, desaparece la hormona del cortisol, que se segrega con el estrés, y se rompe con una actitud negativa ante las cosas. Estamos más relajados, más entusiastas, más confiados. Ante esto, el doctor José Ángel Obeso recomienda el contacto con la naturaleza, comparable a una vuelta al útero materno, a nuestros orígenes, pero no desde una clave espiritual, sino como una necesidad orgánica.


El artículo ‘El poder terapéutico de la naturaleza’, de Florence Willians, aparecido en la revista ‘National Geographic España’ de enero 2016 ahonda en esta dirección. Las investigaciones del psicólogo cognitivo David Strayer, de la Universidad de Utah, muestran que el cerebro se recupera mucho antes del cansancio al contemplar un hermoso entorno natural.


Por consiguiente, el rendimiento mental mejora, somos capaces de concentrarnos más. De hecho, este científico ha desarrollado un programa que busca modificar la conducta de jóvenes problemáticos, organizando excursiones en la naturaleza. El resultado es que después de 3 días de senderismo, sus resultados mejoran hasta un 50% en la resolución de problemas creativos.


Es "el efecto de los tres días", comenta, "al tercer día mis sentidos se calibran, empiezo a oler y oír cosas que antes se me escapaban". Una experiencia similar se da en Corea, con el reconocimiento de bosques terapéuticos y la formación de ‘guardas terapéuticos forestales’, para llevar a cabo terapias antiestrés.


En definitiva, andar contribuye a dejar de lado una carga emocional negativa, a cambio de otra positiva y creativa, directamente relacionada con un organismo saludable.


- Más información en el Suplemento de Salud

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