El 'chemsex' (72 horas de sexo y drogas) y otros riesgos ante el VIH

Omsida advierte de un "preocupante" incremento del número de casos de VIH en población joven debido a prácticas sexuales de riesgo en las que influye el consumo de drogas.

Grafiti realizado en un solar del Coso, en Zaragoza.
El 30% de los portadores de VIH no lo sabe.
F. Jiménez

Cuando una persona está drogada es una puerta abierta a nuevas infecciones y enfermedades de transmisión sexual. Para Jancho Barrios, presidente de Omsida, es como jugar a la ruleta rusa con cinco balas.


Este martes 1 de diciembre, Día Mundial contra el Sida, tienen lugar miles de actos en todo el mundo para tomar conciencia sobre la enfermedad e informar sobre las prácticas de riesgo que pueden desencadenar fatales consecuencias al favorecer la transmisión del virus del sida, conocido como VIH (virus de la inmunodeficiencia humana). Según los últimos datos, en Aragón se registraron 103 nuevos diagnósticos de esta infección y 28 nuevos casos de sida durante 2014, una cifra estable pero que puede incrementarse debido a que un 30% de las personas que lo padecen no lo saben.


"Se está mezclando el no uso del preservativo en un montón de prácticas sexuales de riesgo de todo tipo con el uso e intercambio de jeringuillas", advierte el también presidente de Cesida. Las circunstancias expuestas son, en la actualidad, los principales "ases" para que una persona, en apariencia sana, acabe siendo infectado por el virus y provoque a su vez un "efecto rebote" que termine por contagiar a muchos.


Es lo que ocurre en los denominados 'chemsex' (del inglés, 'chemical sex' o sexo químico), encuentros gestados a través de aplicaciones móviles, como 'Tinder', que prometen a los usuarios convocados a estas "macrofiestas" en pisos 72 horas de sexo y drogas sin apenas comer ni dormir. "En París y Londres saltó la noticia hace meses. Me llamaron para preguntar, como coordinador de Cesida, y teníamos constancia de que estaba ocurriendo ya en Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla", afirma. Pero al poco tiempo de mantener aquella entrevista, Barrios puntualiza que la situación terminó por llegar a aquí. "Hace dos semanas, hablando con uno de la asociación, supe que le habían ofrecido mefedrona para pincharse en Zaragoza. Estas cosas saltan muy rápido y se gestan de una forma incontrolable. Es como en su día el boom de la heroína, aunque ahora tenemos más medios para hacerle frente", sentencia Jancho. 


Los últimos datos facilitados por esta asociación aragonesa que lucha contra el VIH reflejan un "preocupante" aumento de diagnósticos de infección por VIH en jóvenes menores de 30 años. "En nuestra modesta muestra, solemos dar más del 10% de las nuevas infecciones de Aragón, donde hay en torno a unas 100 nuevas infecciones al año. El año pasado dimos muy poquitos positivos y este, sin embargo, llevamos ya 11 habiendo realizado menos pruebas. Los datos muestran que ha habido un repunte", informa Barrios.


En total, más de 100 jóvenes menores de 30 años se han acercado a lo largo de 2015 a hacerse la prueba, entre un total de 290. Los principales signos de sospecha guardan relación con haber mantenido prácticas sexuales de riesgo. Así, entre las prácticas referidas a los trabajadores y voluntarios, figuran 155 penetraciones vaginales desprotegidas, 86 casos de rotura del preservativo, 16 prácticas con trabajadores sexuales, 6 parejas VIH+, 1 caso por compartir material de inyección y 9 por prácticas de riesgo no reveladas. La edad media de quienes se sometieron a esta prueba fue de 32 años. Entre los 11 cribados positivos confirmados por la asociación este año, dos fueron derivados al hospital Royo Villanova; otros dos, al Clínico; y cinco, al Servet. Siete eran hombres, dos mujeres y dos transexuales, de edades comprendidas todos ellos entre los 22 y los 45 años. 


La "llamativa" diferencia en el número de cribados positivos que se han dado este año en comparación con 2014 -cuando se registraron cuatro casos, pese a haber realizado más pruebas- llevó a esta asociación aragonesa a buscar la causa de este repunte. "Lo que estamos viendo en este último año es el uso de sustancias asociadas a la práctica de relaciones sexuales", advierte Barrios. 


A estas circunstancias se suma la aparición de nuevas drogas, como pueda ser la mefedrona (un tipo de abono para cactus), y otras sustancias que se compran ilegalmente a través de internet y que provocan "el abandono total de la percepción de riesgo" en estos encuentros sexuales que se gestan también a través de la red. 

¿Son los jóvenes más vulnerables?

Después del drama vivido en los 80 y en los 90, el presidente de Omsida confiesa, preocupado, que volver a pasar por lo mismo otra vez le "asusta", pues reconoce que determinadas prácticas como el intercambio de jeringuillas habían quedado ya "olvidadas" y se correspondían tras años de lucha con un colectivo muy reducido. "Yo me llevo las manos a la cabeza porque veo que lo que pensábamos que ya era una etapa pasada -y que había ya una cierta conciencia de la percepción de riesgo- vuelve con mucha más fuerza", añade. Las razones las encuentra en una juventud que nada tiene que ver con la de hace 30 años. "Creo que hay una crisis de identidad y una crisis de valores sociales en la juventud muy grande... Una desesperanza hacia su futuro que provoca todo este tipo de cosas para evadirse cuando uno no está bien con su entorno o no se siente satisfecho con lo que está haciendo", añade.


A su juicio, caer en ese juego es "fácil", pero la salida y los "desperfectos" que se ocasionan después en las personas y en las familias son "muy difíciles" de superar. "La mezcla de estas sustancias lo que provoca es que haya un montón de ingresos en Urgencias con paranoias, esquizofrenias, brotes psicóticos y problemas mentales muy serios. Lo que no podemos saber todavía es qué efectos secundarios tendrá esto a largo plazo, pero estoy convencido de que estos 'desfases' destruyen las neuronas como el fuego al papel", sentencia. 


Para luchar contra este tipo de situaciones y plantarle cara a ese repunte, desde Omsida han implementado sus campañas preventivas y de información en estos últimos años yendo incluso a algunos centros educativos que les han llamado por sospechar de algún caso. "Como del VIH no se habla nunca, hay una gran laguna de desinformación. Los docentes no están preparados para eso, no es su función", matiza Barrios.


Ahí es donde asociaciones de pacientes, oenegés y diferentes colectivos implicados juegan un papel fundamental en la lucha contra el VIH y otras infecciones (ITS) y enfermedades de transmisión sexual (ETS). "Lo que tenemos claro es que el 'no' no funciona y hay que tener mucho cuidado con cómo damos la información porque podemos provocar el efecto contrario en los jóvenes. Por eso, ante esta situación, lo único que podemos hacer es informar e informar a través de diferentes campañas de que esto está pasando y de las salidas que hay o no hay", concluye Barrios.


El reto de cara al próximo año pasa por cumplir la Estrategia de Respuesta Rápida '90-90-90' de ONUSIDA, o lo que es lo mismo: lograr que el 90% de las personas con VIH estén diagnosticadas; que el 90% de ellas estén en tratamiento, y que el 90% de los enfermos de sida a nivel mundial tengan la carga indetectable (un factor determinante para evitar la transmisión a otras personas).


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