"Quiero devolver a la asociación todo el apoyo que nos ha dado"

Diego Guillén, de 36 años, perdió a su padre hace un año. Sufría cáncer de pulmón.

Diego Guillén y su madre durante la edición anterior de la Marcha contra el Cáncer.
Diego Guillén y su madre durante la edición anterior de la Marcha contra el Cáncer.

"No se trata de correr por alguien enfermo, sino de intentar devolver a la Asociación Española contra el Cáncer todo el apoyo que nos ha dado para vivir hoy un poco mejor". Ese es el objetivo que persigue el zaragozano Diego Guillén, de 36 años, mientras se prepara para correr este mes de junio la II Marcha contra el Cáncer.


Su padre, aquejado de cáncer de pulmón, falleció el año pasado. "Nunca es fácil asumir que uno se va y el entorno, sobre todo cuando el paciente es joven, sufre mucho", reconoce.


Desde el momento en que le diagnosticaron la enfermedad a su padre, la asociación ha estado muy presente en sus vidas. Y, aún hoy, Diego continúa asistiendo a terapia para encarar una situación que muchas veces provoca duelos patológicos. "Me enteré de que organizaban conferencias y ciclos y decidí asistir a una. Me sirvió mucho para afrontar la enfermedad y atreverme a pedir ayuda", recuerda.


Hoy asiste a un taller de la Asociación Española contra el Cáncer cada tres semanas, aunque querría colaborar más con la organización porque es consciente de que "una cara amable y una sonrisa" son gestos que en estas situaciones siempre se agradecen. "Desde que llegamos al hospital por primera vez, con largas sesiones de quimioterapia, nosotros siempre los tuvimos. El cáncer es muy difícil de afrontar para el enfermo, pero lo es también para los que están a su lado", confiesa.

"Cuando descubres que hay ayuda, es todo más fácil"

Una llamada bastó para que la asociación se volcara tanto con él como con su madre, brindándoles el mismo cariño y la misma atención que le dieron en vida a su padre. "No olvidaré nunca las caras, las miradas y las sonrisas de las voluntarias que venían a la habitación a preguntarnos si queríamos un café, un zumo o una galleta... siempre nos animaban a coger algo con esa sonrisa que te hacía sentir un poco más acompañado", relata.


En ocasiones uno no sabe si en determinada situación hay alguien que realmente pueda ayudarle a superar un duelo ni cómo otras personas pueden ser capaz de hacerlo. Pero esa ayuda existe y Diego da fe de ello. "Para muchos, ir al psicólogo se asocia con algo tremendista y realmente es como ir al médico de cabecera a que te cure una faringitis", dice restándole importancia a una atención que en esta lucha también es muy necesaria. "Cuando me di cuenta de que existía esa ayuda y me atreví a pedirla, todo empezó a ser un poco más fácil. Yo la necesitaba para encarar la situación y para saber cómo ayudar mejor a mi madre", confiesa este joven.


Para él, la asociación y las familias que la componen son "la parte humana de la enfermedad". Esa que se contrapone al rigor científico del oncólogo, a su profesionalidad y a la disciplina que en ocasiones les impide "mojarse". Representan la empatía de quien se pone del lado del enfermo y de sus familiares para afrontar una batalla que no siempre es fácil. "Cuando te diagnostican una enfermedad así, quieres buscar una solución: algo que te ate a la vida, que te dé una esperanza real de superación... Pero a veces no se puede o no existe, y hay que aprender a vivir lo mejor posible porque las pastillas no lo solucionan todo", añade.


Sin embargo, el cáncer no es una enfermedad cualquiera... Engloba a todo un conjunto de patologías distintas entre las cuales, a su juicio, siempre hay algunas olvidadas. "En época de crisis se invierte mucho menos en investigación, pero en una enfermedad así no hay que olvidar nada: ni en investigación ni en tratamientos ni en el apoyo que necesita el paciente y su familia", subraya Diego agradecido por todo el cariño que recibió en su día en el Servet. "Se sentaban en la cama con mi padre, lo abrazaban y lo escuchaban... Y eso no tiene precio", recuerda.

Carrera contra el cáncer

Este año el zaragozano Diego Guillén volverá a correr por su padre, pero también por todos aquellos que están en esta lucha y quienes trabajan a diario por ayudarles. "El año pasado fui con miedo de encontrarme con gente porque hacía poco que había muerto mi padre y en el hospital coincides con muchos. Los hay que se curan mientras otros fallecen y al final te da miedo saber lo que pueda haber pasado", añade.


Pese a todo, para este joven periodista el hecho de "compartir lo vivido" con otros continúa siendo muy importante para lograr salir adelante porque "llega un punto en que como hijo tienes tus problemas y tus miedos, sientes tu tristeza por enfrentarte a esto". Por eso, reconoce: "necesitas que alguien te ayude a ver que hay puertas y ventanas. Seguramente no las abrirán por ti, pero te ayudarán a que te des cuenta de que están ahí. Hoy gracias a la asociación, y en especial a Sara, lo estoy logrando", dice con una sonrisa.


Además, agradece que en los hospitales -sobre todo en esas primeras sesiones de quimioterapia y en la última de tratamiento- nunca se deja solo ni al familiar ni al enfermo; siempre se está acompañado. "Tienes siempre un paciente al lado que lleva ya varias sesiones y de alguna manera él y sus familias te quitan el miedo", relata este joven. Él y su padre llegaron a ser "los veteranos" en una de esas sesiones del Servet y tuvieron que asumir también el papel contrario: empoderarse de la situación y dar ánimos al recién diagnosticado. "En ese momento haces mucha terapia de grupo. Yo les decía siempre: hay que salir hoy y comerse el mundo mañana, vivir intensamente cada momento y hacer cada día una celebración; que la enfermedad no sea tu motivo del día, porque no se lo merece", aconseja hoy sonriente. 


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