Consejos para una crianza sana y sin agobios

Porque no comen, porque no duermen, porque no obdecen o por todo a la vez. Los hijos son una de las principales fuentes de preocupación para los padres, quienes se preguntan a menudo qué hacer para que su proceso de desarrollo sea el óptimo.

Los niños de entre 4 y 5 años suelen desarrollar una actividad física muy intensa, que debería tener su reflejo en el aporte nutricional.
Guía para padres_2
CARLOS MUñOZ

"No le evitéis a vuestros hijos las dificultades de la vida, enseñadles más bien a superarlas", decía el químico francés Louis Pasteur. Y no le faltaba razón, pues expertos en atención infantil coinciden en señalar el exceso de protección como uno de los principales errores que cometen los padres en la educación de sus hijos.


"No dejamos que los instintos básicos de los niños se manifiesten", apunta en este sentido José Galbe, pediatra del centro de salud Torrero-La Paz, profesor asociado de la Facultad de Medicina y miembro del grupo Previnfad, dedicado a la prevención en la infancia y la adolescencia.


Es cierto. A veces los padres dan por hecho que sus hijos tienen hambre cuando llega la hora de comer y que deben tener sueño cuando ellos se sienten cansados. También cuesta transmitirles pequeñas responsabilidades, de manera que se termina vistiéndolos para ir más rápido o recogiendo sus juguetes para evitar que estén por en medio en vez de esperar a que lo hagan ellos. Y cuántas veces se les condiciona su libertad de movimiento con el fin de evitar que se caigan y se hagan daño o incluso, en el peor de los casos, que se ensucien.


Galbe apunta que más que compadecerlos ante una situación adversa, habría que ayudarles a resolverla o a asumirla. Se trataría, en definitiva, de fomentar su participación en su propio proceso de crecimiento.


Entre otras cosas, porque también se tiende, en ocasiones, a proyectar en los hijos unas expectativas inadecuadas. Por ejemplo, cuando hay padres convencidos de que su hijo come muy mal y, en realidad, el problema es que no come todo lo que a ellos les gustaría.


¡Comer, comer!

La cantidad de comida que precisa un niño para su desarrollo difiere de la que necesite otro, aunque tengan la misma edad, lo importante en el capítulo de la alimentación es que se creen buenos hábitos.


La Organización Mundial de la Salud (OMS) promulga que la lactancia materna es la forma ideal de aportar a los niños pequeños los nutrientes que necesitan para un crecimiento y desarrollo saludables. Recomienda que sea exclusiva durante los primeros seis meses de vida para complementarse, a partir de entonces, con otros alimentos hasta los dos años de edad.


Las ventajas de la lactancia materna son muchas, según la OMS. El pediatra y especialista las resume del siguiente modo: "Contiene sustancias antiinfecciosas y ácidos grasos que contribuyen a la formación del cerebro, además del beneficio que constituye por sí mismo el contacto entre madre e hijo".


A partir de los seis meses, se empiezan a introducir otros alimentos progresivamente, a excepción, generalmente, de la leche de vaca, cuya ingesta se pospone hasta el año de edad. En este momento se puede optar por el clásico triturado de los alimentos o por la técnica del 'baby led weaning', en la que el niño guía su propia alimentación, libre de papillas, mediante el manipulado de la comida, preferentemente blanda o chafada. De este modo, serán los propios padres y niños los que elijan el procedimiento que mejor crean conveniente o, en todo caso, que alternen ambos.


Con un año de edad, la clave está en que la dieta del niño sea variada. Los alimentos ya se ingerirán en trocitos y la leche seguirá siendo uno de los alimentos principales, con un consumo recomendado de medio litro al día. Por último, es aconsejable que la comida tenga poca sal.


"A partir de los 4 o 5 años, ya se detectan los primeros casos de obesidad infantil", comenta Galbe. Por eso, además de una dieta equilibrada, es muy recomendable inculcar la actividad física en esta etapa preescolar, ya sea en forma de juego o de deporte, un mínimo de 30 o 60 minutos al día, tal y como apunta el especialista.


Dulces sueños

Las noches en vela, cuando se pasa a ser madre o padre, suelen estar a la orden del día, con más o menos frecuencia según los casos y según las edades.

Así, durante el primer año de edad, el sueño está muy vinculado a la lactancia materna. Galbe apunta que las primeras rutinas de sueño se suelen percibir en torno a los ocho o diez meses de edad. Y hasta los 2 años, es habitual que los niños se despierten alguna o varias veces durante la noche, ya que sus ciclos de sueño todavía son cortos.


Conforme van creciendo, es preciso ir insistiendo en unos hábitos que inviten a que el niño duerma y a que lo haga solo además. En este aspecto, los cuentos infantiles antes de acostarse son una herramienta muy valiosa, según se ha comprobado, aparte de resultar muy beneficiosos para la salud desde el punto de vista de la estimulación sensorial.


También se sugiere bañar al niño antes de cenar y de que se vaya a la cama para contribuir a su confort y bienestar, favoreciendo la conciliación del sueño. Igualmente, un suave masaje, sobre todo a los bebés, puede ser un buen aliado para propiciar su relajación. Para esta práctica se aconseja utilizar preferentemente aceites y reservar las cremas solo para hidratar la piel de los niños. Habrá que tener en cuenta sobre qué tipo de piel se va a aplicar y extremar precauciones cuando se trate de casos atópicos o delicados.


En cuanto a la higiene, el pediatra alude a que esta es más una cuestión cultural que sanitaria, de manera que la frecuencia o el modo de lavar a los niños es una elección personal. De hecho, se habla de que, en estos tiempos, se peca de una higiene excesiva que puede llegar a eliminar gérmenes necesarios para que el organismo se vaya vacunando contra determinadas patologías. En cualquier caso, sí que es importante el frecuente lavado de esfínteres, por razones obvias, y el de manos, para paliar el riesgo de contagios.


Educar a pesar de las rabietas

Desde el principio, hay que transmitirle al niño lo que está bien y lo que está mal. Para ello, cuando este incurra en una falta, por muy pequeño que sea, hay que hacérselo saber retirándole nuestra atención, tal y como explica José Galbe.


En contraposición, cuando el niño tiene una buena conducta hay que compensarle con lo que se conoce como 'refuerzo positivo', que podría entenderse como un premio o un aplauso a su adecuada conducta, animándole así a que la repita.


Otro de los caballos de batalla de los padres son las rabietas, asociadas principalmente a los dos años de edad. Lloros, gritos y pataleos en la situación más inoportuna pueden ser muy difíciles de lidiar y, por eso, muchos padres se preguntan qué hacer ante esta conducta. El pediatra del centro de salud Torrero-La Paz recomienda aplicar el llamado 'tiempo fuera', que consiste en aislar al niño que se está portando mal, con el objetivo de calmarlo, en primer lugar, y de que reflexione sobre lo que ha hecho. Galbe insiste en que, es muy importante que el niño "jamás se salga con la suya".


Cuando las estrategias que imponen los educadores y los padres no funcionan y, por el contrario, la conducta agresiva se hace reiterativa, es necesario consultar con un especialista y atender a posibles causas neurológicas o psicológicas.


El sentido común y el establecimiento de una serie de normas ayudan a educar a los hijos, no hay duda, pero también se necesitan otras motivaciones para poder disfrutar de la crianza. Galbe, por eso, concluye: "Es necesario sentido del humor y dedicarles tiempo de calidad a los hijos". Al menos, cinco o diez minutos al día para jugar con ellos, escucharles o abrazarles bien fuerte.


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