Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

¿Por qué leer a Maquiavelo?

¿Por qué leer a Maquiavelo?
¿Por qué leer a Maquiavelo?
Fiorella Balladares

La magnífica película ‘Il divo’ (2008) de Paolo Sorrentino, es un retrato del octogenario político Giulio Andreotti, apodado ‘Il divo’ (El divino) en alusión al sobrenombre del emperador Julio César.

En una escena que describe una de las ocasiones en que alcanza el poder (fue siete veces primer ministro de Italia en la segunda mitad del siglo XX), uno de sus colaboradores le pregunta qué es lo primero que tienen que hacer. Andreotti es directo y lacónico en su respuesta: "Durar".

Esta es la clave cuando se habla de poder. Así se explica en el primer y más relevante de los grandes libros de la teoría política moderna, ‘El príncipe’ (1513). Así se vuelve a subrayar en una de sus últimas secuelas, ‘El manual del dictador’ (2022), de los politólogos estadounidenses Bruce Bueno de Mesquita y Alastair Smith. Y así hay que leer también la contienda electoral que Pedro Sánchez ha planteado para el 23 de julio. Está en juego conseguir el poder (PP) o mantenerlo (PSOE).

Es ‘El príncipe’ un libro que muchos consideran un auténtico manual para tiranos. Sin embargo, las reflexiones de Maquiavelo no son maquiavélicas

Maquiavelo y los seguidores de la doctrina del realismo político no pretenden reflexionar sobre lo que el mundo debe ser, sino sobre lo que es, sobre la cruda realidad. En este sentido, ‘El príncipe’ es una perfecta guía de las técnicas de poder y de cómo toda acción política debe ser evaluada en función de su capacidad para obtenerlo y mantenerlo, no de si se ajusta a los imperativos éticos. "Un príncipe que quiera mantenerse como tal debe aprender a no ser necesariamente bueno, y usar esto o no según lo precise". Vicio y virtud serían así categorías de la moral, no de la política. La tesis de Bueno de Mesquita y Smith es que los políticos, sean democráticos o autoritarios, no se guían por el bien común, como pregonan, sino por su propio bien y por su carrera: "La lógica de la supervivencia política nos enseña que los líderes, ya manden en países, empresas o en comités, por encima de todo quieren alcanzar y conservar el poder".

Maquiavelo, no obstante, no es maquiavélico. No pretende ofrecer a los sátrapas un manual de uso. Bien al contrario, quiere abrir los ojos al ciudadano respecto a la esencia del poder: "Siendo mi fin escribir una cosa útil para quien la comprende, he tenido por más conducente seguir la verdad real de la materia que los desvaríos de la imaginación en lo relativo a ella; porque muchos imaginaron repúblicas y principados que no se vieron ni existieron nunca". Lo mismo anhelan Bueno de Mesquita y Smith: "Saber cómo son las cosas, y por qué, es un primer y fundamental paso para aprender cómo mejorarlas".

En realidad,
el florentino nos sigue enseñando hoy cuál es la esencia de la política 

Es preciso saber conciliar esta idea de la política como disciplina del poder (Maquiavelo, Montesquieu, Madison, Hobbes, Weber…) con la noción aristotélica asociada al buen gobierno (Rawls, Habermas…). Pero es imprescindible volver a leer al florentino porque fue el primero en desvelar la naturaleza profunda del poder, su rostro desnudo. Esto es lo que permite actuar para eludir sus peores consecuencias.

Explica Maquiavelo que el gobernante debe ganarse el consentimiento a su dominación: "La mejor fortaleza es no ser odiado por el pueblo". Para lograr este objetivo, los electores exigen poco al político: que sepa más o menos dónde va, que no mienta demasiado, que abuse lo menos posible de su posición y que se rodee de colaboradores competentes. No es imprescindible que tenga el liderazgo de Churchill, ni la altura ética de Havel ni la generosidad de un Mandela. Pero al menos sí debe ofrecer un mínimo de competencia y de empatía. ‘Virtú’, lo llamó Maquiavelo.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Javier Rueda)

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