Lo importante

Lo importante
Lo importante
Fiorella Balladares

Qué es lo importante? Si usted tuviera que responder, ¿cuál sería su respuesta? Si quiere, antes de seguir leyendo, deténgase. Hágase la pregunta, piense y escriba. Anote su propia lista.

Apuntar a mano las ideas en un papel ayuda. Es una forma de fijar el pensamiento. Después, cuando se lee lo escrito, se gana en perspectiva. Está fuera, ha tomado forma. Negro sobre blanco. Eso, que pasaba por la cabeza, adquiere otra dimensión. Haga la prueba. Suena a tontería, pero tiene su misterio. No obstante, si no quiere escribir, siga leyendo y mientras tanto pregúntese: ¿qué es lo importante?

Es probable que ante esta pregunta necesite algo más. Dicho así, a palo seco, faltan elementos. Uno clave es el contexto y, por tanto, aclarar algunas preguntas previas: ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿por qué?, ¿para qué?, ¿para quién?... Acotar las circunstancias personales ayuda a situar la respuesta y permite comprender qué alcance tiene un interrogante de este tipo. Cuando se utiliza eso del ‘lo’, la fuerza de la abstracción cobra cuerpo, como si fuera universal y para siempre. Tiene efectos profundos a la hora de hablar y de pensar. No está disponible en todas las lenguas. Como sucede con la diferencia entre ser y estar, que también cabría apostillar.

Cuando pensamos en las cosas que son importantes de verdad en nuestra vida muchas veces nos olvidamos de la dimensión interior e íntima

Volviendo al punto de partida. A simple vista, ‘lo importante’ cambia según cada persona y, además, evoluciona con los años. Las perspectivas se modifican con el paso del tiempo. No obstante, responder(se) es una forma de diagnosticar(se). Es una manera de identificar dónde está el tesoro que mueve la voluntad, que hace palpitar el corazón y traza el rumbo de la propia vida. En nuestra sociedad de consumo, digitalizada, de conversaciones por ‘guasap’, acelerada por múltiples factores e infinidad de pantallas, nos queda poco tiempo para frenar y reflexionar. Parece que estamos programados para seguir un surco y no mirar fuera. Una pregunta como ésta es subversiva. En la respuesta, se muestra el orden de prioridades, pero también las ataduras que condicionan el modo de vivir.

Lo importante comienza por la supervivencia; pero una vez que la vida no está en peligro, es inseparable del querer. De hecho, en ‘lo importante’ se conjuga el verbo querer –fundamentalmente, en primera persona del singular– articulando la fuerza de voluntad y el deseo. Y esto se transforma en tiempo, en obras y en quehaceres más allá de las palabras. A veces, se confunde con tener, tanto bienes y cosas materiales como inmateriales. El más común y corriente es tener dinero. Parece que cuanto más se posee, más fácil es la vida. Sabemos que no da la felicidad, pero facilita pasar los malos tragos que vienen con el día a día. En esto, hay quienes prefieren sustituir el dinero por el trabajo. Y así dicen que ‘lo importante’ es justo eso, tener trabajo. Como si de ese modo se conjurasen los males de este mundo. Lo cual no deja de ser sólo un sucedáneo del dinero, pues con el trabajo se consiguen la socialización, la liquidez que permite hacer el resto y una dosis de sentido, organizando los días y las horas. Y hay más. Por ejemplo, hasta que no falla, no se sabe que ‘lo importante’ es tener salud. E incluso se convierte en un argumento que legitima cualquier otro propósito. Como hemos vivido con la pandemia, algunos priorizan la salud por encima de todo, anteponiéndola incluso a su libertad. Y eso es una vuelta más de tuerca a una lógica centrada en el control. Ese ‘tener ‘es buscar seguridades mediante la posesión, reducir ‘lo importante’ a lo que está fuera. Sin embargo, hay otra dimensión a considerar, la íntima e interior.

La sociedad acelerada nos impulsa a valorar los deseos, el dinero, la salud... Pero la vida tiene otros valores

Esta semana se han cumplido dos años de la muerte de mi madre, de Consuelo Servós Guinda. En enero pasado se cumplieron cuarenta del fallecimiento de mi padre, Ángel Marcuello Ara. En ambos casos, los cimientos de mi vida se tambalearon. De manera distinta, lo importante se volatilizó. La muerte de mi padre me acercó al abismo de la pérdida de sentido y me obligó a despertar. Con la de mi madre, el amor que nos dio se ha convertido en esperanza. Para ella lo importante no es tener razón, ni nada de lo anterior, es sembrar de bondad su rededor, curando las maltrechas heridas que nos deja la vida. Al final del camino sólo nos queda el Amor. Y esa sí es una palabra importante...

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