Redactor de la sección de Cultura y columnista en HERALDO DE ARAGÓN

Lápidas y triples

Tumba de Jim Morrison en París
Tumba de Jim Morrison 
YOAN VALAT

Hay que tener mucho cuidado a la hora de lanzar frases lapidarias. A veces, el orador y su honda acaban pronto bajo una lápida. El ‘carpe diem’ de Robin Williams en ‘El club de los poetas muertos’ (1990); ‘Este es el fin, mi único amigo’, decía Val Kilmer como sosias de Morrison en la película de 1991 que descubrió a los Doors (a una generación que aún no gastaba internet); ‘Juro que no tengo un arma’, bramaba Kurt Cobain en el tema ‘Come as you are’ (1991). 

Williams aprovechó su momento, como reza el latinajo, pero se suicidó veinte años después; Morrison se había ahogado veinte años antes, y el líder de Nirvana se descerrajó un tiro tres años más tarde. Sí tenía un arma.

Las sentencias son peligrosas, y menudean tras los momentos catárticos. Hoy, por ejemplo. Jactada la ‘alea’ –latinajo ventajista por el que debo pedir perdón al padre Prieto, mi profesor de COU- y con todas las cartas boca arriba, este Stratego electoral llega ahora a su parte más jugosa. ¿Quién gobernará? Depende de los pactos, claro; para ganar el campeonato, que más parece un Mundial que una liga por lo concentrado de su actividad, hay que ir más allá de los goles o las canastas. ¿De qué depende que los pactos se mantengan o se rompan o cambien de acera?

Solo hay un entorno más complejo que el electoral cuando se reta al fiel de la balanza: el baloncesto yanqui. Los criterios de equilibrio no son uniformes en la NBA: saber cuándo ganas en el cambio es imposible hasta que la realidad no te estalla en la cara. Para evitar el impuesto de lujo salarial, puedes cambiar a a LeBron James por dos selecciones del sorteo de novatos de 2027... y tu alma. Y probablemente palmas. Lapidario, ¿no?      

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Pablo Ferrer)

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