Por
  • Jesús Soria Caro

La mansión de la historia olvidada

La edificación, de estilo modernista, fue un regalo de amor del empresario bilbaíno Miguel Larrinaga a su esposa, Asunción Clavero, oriunda de Albalate del Arzobispo -de ahí su localización, mirando a la localidad turolense. Sin embargo, nunca llegó a ser habitado. Tras la muerte de Asunción en 1939, el palacio se puso a la venta. Actualmente es propiedad de Ibercaja y en sus dependencias en posible la celebración de bodas.
La mansión de la historia olvidada
O. Duch/C.Moncín

No es la mansión de Gatsby, personaje ideado por Scott Fitzgerald que se refugia en su palacio, en la suntuosidad de su belleza, para huir de su pasado, tratando de hacer del tiempo de su vida un viaje de regreso a quien pudo ser y no fue, intentando recuperar a su amada, todo lo perdido al no estar junto a ella. 

No es Xanadú, la mansión del magnate de la información Charles Foster Kane, personaje creado por Orson Welles, que pronuncia antes de morir, en una de sus dependencias, una palabra enigmática: Rosebud, cuyo secreto encierra lo eterno de la infancia. No es la mansión en la que Joan Fontaine declaraba: "Anoche soñé que volvía a Manderley", donde ella y su marido han quedado atrapados en el pasado, ya que hay un oscuro secreto que se cierne sobre la anterior esposa de este ya fallecida. No es el palacio de Shangri La, templo de la sabiduría, de los caminos interiores de la conciencia eterna.

Es el palacio de Larrinaga, edificio modernista, construido por Félix Navarro, creador de maravillas arquitectónicas como el Mercado Central, el monumento al Justiciazgo, edificios del paseo de Sagasta… Miguel Larrinaga, empresario exitoso, se lo encargó para retirarse junto a su mujer. Tras su muerte quedó como templo de su dolor, de la pasión con que lo construyó para ella, pensando en su regreso a España, tras muchos años de trabajo en Liverpool. Es un palacio de Montemolín, barrio que ha estudiado José Ignacio Sauca, excelente profesor e historiador que nos recuerda que la historia se está continuamente reescribiendo y suprimir cualquiera de sus pasajes es borrar la vida. En su investigación reivindica su identidad olvidada, sus orígenes como enclave fundamental para el desarrollo industrial de Zaragoza. A su estación llegaba el carbón de las minas de Escatrón. Documenta los primeros asentamientos, infraestructuras, su desarrollo… Este palacio es el escenario de la ‘película’ de nuestro pasado. Perteneció a nuestro amado colegio, el Bajo Aragón Marianistas. Allí quedan las escenas de nuestro recuerdo, el misterio de ese enclave que frecuentábamos antes de entrar a clase, la felicidad de la infancia, nuestro Rosebud.

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