Por
  • Alejandro E. Orús

Un país racista

Racismo
Un país racista
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Fue precisamente un domingo electoral de primavera cuando España "se levantó republicana" después de haberse acostado, al parecer, monárquica. Es de suponer que el almirante Aznar, que era por entonces presidente del Consejo de Ministros, tratara de expresar con esa famosa frase el estupor de aquella repentina transformación. 

El pasado domingo, España, que se había acostado como un país avanzado, simpático y solidario, envidia de todo el orbe conocido, resulta que se levantó racista y señalado como tal en algunos medios internacionales a raíz del lamentable caso Vinicius.

Esto, como es lógico, ha sublevado a muchos, dando pie a una entretenida discusión sobre el racismo comparado en el tiempo y el espacio cuya razón última es, por supuesto, la autoexculpación. Es seguramente injusto, por poco riguroso, elevar comportamientos individuales a características nacionales, sobre todo cuando las leyes protegen claramente los derechos afectados, como ocurre en este caso. Y es una dinámica que puede llegar al absurdo. ¿Cuántos racistas tiene que tener un país para ser racista? ¿Cuántos machistas para ser un país machista? ¿O cuántos asesinos para ser un país asesino?

Hay que admitir que el análisis preciso de la realidad debe obviar lo propio. Nadie es buen juez de sí mismo, pero tampoco de su familia, ni de su pueblo o su país. Sin salir de un campo de fútbol, el árbitro debe ser ajeno a los equipos contendientes, lo cual trata de ser una garantía no siempre suficiente de imparcialidad. El sesgo personal nos condiciona. Aunque, quién sabe si por cierto quijotismo hispánico, se lancen aquí a menudo visiones muy negativas de España y lo español.

Uno diría que el problema va más allá del racismo para internarse en el incivismo, identificable a veces solo con salir a la calle, pero que suele exacerbarse, como es fácilmente comprobable, en el seno de una competición futbolística. Esa normalización de la ofensa gratuita, que ocurre también a veces en ámbitos como la escuela, es lo que pesa hoy de forma inadmisible. Sería seguramente temerario calibrar el sentir global y exacto de un país, tratar de interpretar cómo se acuesta y se levanta España cada día, pero debería hacerlo un poco harta de toda esa vergüenza.

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