Por
  • Carmen Puyó

Tina ‘la Jefa’ Turner

Concierto de Tina Turner en el estadio de La Romareda (Zaragoza) en 1990.
Concierto de Tina Turner en el estadio de La Romareda (Zaragoza) en 1990.
Guillermo Mestre

No hay discusión posible, al menos para los que sin ser expertos de alta categoría en el mundo de la música, siempre hemos sabido que, si el gran Bruce Springsteen era ‘ the Boss’, Tina Turner era ‘la Jefa’, la gran señora del rock. 

Y no solo lo era por su música y por su voz, lo era por su poderío mezclado con desgarro, por su enorme presencia en el escenario, por su forma de saber moverse, conmocionando al respetable pero siempre elegante en cualquiera de sus gestos –cuánto podrían aprender de ella algunas de las jóvenes estrellas de la música–, por esas dos piernas que eran dos portentos, por ese pelo afro que parece que le hubiese empujado a salir adelante tras tantos malos ratos. Ella no necesitaba provocar, ella era el espectáculo en estado puro, el rock en su mejor expresión.

Estos días, aquellos que tanto disfrutamos en su inolvidable y tan de leyenda concierto en la Romareda nos hemos escrito, recordando aquella noche de música a lo grande, una noche que tiene para cada uno una connotación especial, pero en la que lo más importante fue que tuvimos la oportunidad de verla en uno de sus habituales estados de gracia. Tina Turner sufrió mucho en su vida, desde niña, con una madre que, según ella misma confesó, nunca tuvo un gesto de cariño; y de mayor, con un marido, Ike Turner, que la maltrataba porque, como a algunos otros, le molestaba que ella le hiciera sombra y fuera mejor, mucho mejor que él. Sobrevivió, también, a la muerte de dos hijos. Pero, con todo su dolor a cuestas, ha logrado llegar hasta los ochenta y tres años siendo una auténtica grande. Siempre será Tina, la Jefa.

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