Por
  • Félix Jordán de Urríes Mur

El ilustre ilustrado olvidado

Félix de Azara retratado por Goya.
Félix de Azara retratado por Goya.
HERALDO

En 1839, en ‘Viaje de un naturalista alrededor del mundo’, Darwin cita: "Don Félix de Azara, hablando de un insecto… dice que lo vio arrastrar el cadáver de una araña hasta su nido", y como esta, diecisiete alusiones más directas del creador de la Teoría de la Evolución de las Especies hacia este ingeniero militar alto aragonés del siglo XVIII, que escribió algunas de las páginas más destacadas –y lamentablemente también más olvidadas– de la ciencia y la exploración moderna española durante la Ilustración.

Tal día como hoy hace 281 años que nace en Barbuñales, en el Somontano de Barbastro, uno de los aragoneses ilustrados más ilustres en Sudamérica pero más olvidados en España. Es mi tatarabuelo, Félix de Azara.

Es difícil resumir la vida de este brigadier de la Armada española polivalente y valiente, que de manera accidental fue geógrafo, etnógrafo y naturalista. Félix fue uno de los naturalistas que más nuevos seres para la ciencia descubrió en la historia de la zoología, llegó a mandar al Real Gabinete de Historia Natural, actual Museo Nacional de Ciencias Naturales, en alcohol de caña, 448 ejemplares nuevos, nunca antes descritos. Y todo esto fue posible ya que estuvo más de veinte años esperando a las comisiones portuguesas para dar efecto al tratado de San Ildefonso de 1777, el cual delimitaba los territorios de la corona española y la portuguesa en los más de 6.000 kilómetros de frontera de los actuales Argentina, Paraguay y Uruguay con Brasil. Lejos de desistir en esta larga espera, decaer o abandonar su cometido, aprovechó para realizar expediciones a lo largo del Río de la Plata, creando sus propios programas de investigación geográficos, etnográficos y naturalistas, cubriéndose él mismo los gastos, para observar, describir y dibujar la fauna, la flora y establecer contacto con las poblaciones guaraníes. Todos estos trabajos los enviaba a París, donde su hermano José Nicolás de Azara, embajador y uno de los políticos, diplomáticos y mecenas más importantes del siglo XVIII (y otro gran olvidado), ojos de Carlos IV ante Napoleón Bonaparte, decidió publicarlos, generando un ‘shock’ y la rotura de la concepción que hasta la fecha había en el ámbito de las ciencias naturales y de la evolución y adaptación de las especies.

A pesar de su importantísima contribución al desarrollo de las ciencias naturales, llevada a cabo en muy difíciles condiciones, el militar y naturalista altoaragonés Félix de Azara y su obra todavía no han recibido en España el reconocimiento que merecen

Esos trabajos, por diferentes motivos, quedaron en el olvido hasta que unas décadas más tarde Darwin, padre de la Teoría de la Evolución, rescató sus trabajos y se sirvió de ellos para el desarrollo de su investigación. El naturalista aragonés es considerado como precursor del genio y científico inglés.

Félix volvió a España en el año 1801, fatigado por tantos años en lugares inhóspitos y remotos, prácticamente sin contacto con la civilización, y desmotivado y abatido por los derroteros que habían emprendido los territorios de la América meridional por la corrupción de los administradores españoles. Y cansado de todo, solicitó su relevo. A su propio hermano José Nicolás le decía en una carta: "Sin haber llegado a empleo visible, he pasado los mejores 20 años de mi vida en el último rincón de la tierra… sin libros, sin trato racional… comunicando únicamente con las aves y las fieras". En 1805 es retratado por Francisco de Goya, siendo este retrato uno de los de mejor calidad artística del pintor aragonés conjuntamente con los de la familia de Carlos IV.

En la actualidad, y gracias a la labor de la Diputación Provincial de Huesca, es recordado anualmente en el Galardón y Premios Félix de Azara en España, y gracias a la labor de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara de Buenos Aires en Argentina, su legado y figura persisten en Sudamérica. Recientemente, gracias al Gobierno de Aragón y a la labor realizada por el arqueólogo y antropólogo José Ignacio Lorenzo, sus restos han sido identificados en la capilla de los Lastanosa en la catedral de Huesca.

Félix navega para siempre en otro mundo y mar muy lejano, el ‘Mare Serenitatis’ de la Luna, donde una cordillera de más de 100 kilómetros de distancia, y que en 1976 fue bautizada como la ‘Dorsum Azara’, nos vigila e ilumina cada noche. Es tal vez el homenaje póstumo más poético a este militar, brigadier e ilustre altoaragonés, cuyo entusiasmo y pasión por la naturaleza contribuyeron a avanzar en el estudio de la evolución biológica y las ciencias naturales.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión