Por
  • Joaquín Guerrero Peyrona

Avales, ayudas y el efecto Mateo

Avales, ayudas y la ley mateo
Avales, ayudas y el efecto Mateo
Heraldo

El Consejo de Ministros, aunque falten trámites para su ejecución, ha aprobado que el Instituto de Crédito Oficial avale el 20% de las hipotecas de jóvenes "de hasta 35 años" que ingresen menos de 37.800 euros anuales (o el doble si son dos los adquirientes de jóvenes o familias con menores a su cargo). 

No trato de juzgar por qué tras cuatro años de inacción se basa la decisión, a la vista de las elecciones, en considerarla una "medida urgente", ni por qué sólo le parece aceptable a una parte del Gobierno, ni si es original, cuando ya funciona – y más amplia– por decisión sin aspavientos de gobiernos autonómicos. No entraré tampoco a analizar por qué se excluye a los ‘jóvenes’ mayores de 35 años, quizás los más necesitados de vivienda para su complicado proyecto de vida; ni en que, al igual que resultará inalcanzable el aval si se supera el límite de renta, también será absolutamente inalcanzable que se conceda a los que su renta o capacidad económica no lleguen al mínimo del ‘perfil financiero solvente’ que garantice su pago de cuotas e intereses; aún menos pretendo posicionarme en un enfrentamiento político de rabiosa actualidad…

La medida de avalar, con dinero público, el 20% de las hipotecas para jóvenes puede esconder un efecto perverso que deje de lado a las personas más necesitadas

Pero quizá convenga reflexionar en qué pasará si, confiados en el aval, por mala fortuna se llega al posterior endeudamiento, por cuanto si el impago se produce cuando estamos pagando el primer 20% avalado por el Gobierno, será este quien pague al banco en calidad de avalista, pero de acuerdo, como se ha dictaminado, con el artículo 1.838 del Código Civil, el avalista tiene derecho a reclamar la deuda pagada al hipotecado más los intereses legales; y si el impago es después de reembolsar la parte avalada por el Gobierno, la responsabilidad de devolver el dinero para que no salga a subasta la vivienda recaerá sobre los titulares de la hipoteca (o del avalista si el banco hubiese pedido un aval adicional sobre el 80% de la hipoteca). No todo es tan bonito como parece.

El objetivo de este escrito es, a la vista de lo que sucede, hablar del ‘efecto Mateo’, un fenómeno sociológico acuñado por el sociólogo Robert K. Merton en 1968, inspirado en una frase del evangelio de San Mateo (versículo 12, capítulo 13 ) que viene a indicar que al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará y que, además de otras vertientes, ha dado en un análisis social sobre la distribución de las ayudas sociales, especialmente las públicas, de las que quedan excluidos –por lejanía a la información, laberinto burocrático o imposibilidad de reunir los medios que completen los que no cubre la ayuda– los más vulnerables y que, por ejemplo, de las ayudas para facilitar un viaje, rebajas en espectáculos, subvenciones o ayudas para acceso a vivienda, sólo o en mayor medida las aprovechan los que se enteran, por mayor preparación o amistades, y tienen medios económicos para pagar el resto del precio y cumplen los demás requisitos. Los que tienen son los beneficiados y los que no tienen quedan marginados.

No se trata de disertar sobre las causas de la pobreza ni sobre las estrategias para reducirla y sus trampas, sino de constatar que los mejor posicionados y con mejores dotaciones no sólo son los que acumulan más medios, sino que son los reales beneficiados de promesas y de muchas ofertas sociales públicas, creándose mayor desigualdad, cuando no exclusión, con los que carecen de las oportunidades y medios para, aun siendo más necesitados, poder concurrir y aprovechar las ayudas por carecer de los requisitos y mecanismos que se exigen para participar en ellas. Unos mantienen y mejoran posiciones, por cuanto ya tienen medios de suplir las aportaciones sociales incompletas, mientras otros –las personas ‘precarias’ a quienes deben ir destinadas las ayudas– quedan estancados al no poder cumplir los requisitos de su concesión.

Quizá, como un ejemplo de ese sistema que actúa de manera perversa favoreciendo el consumismo, ventajas ocultas y desigualdad, se encuentra esta electoral oferta de posibilitar vivienda sólo según la edad del solicitante y de su capacidad de asegurar el abono del 80% de la hipoteca.

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