Aragón, sin proyectos

Aragón, sin proyectos
Aragón, sin proyectos
Pixabay

Estarán satisfechas nuestras autoridades y nuestros regidores por haber zanjado de un plumazo el que pudiera haber sido uno de los proyectos estratégicos de este Aragón que deambula como pollo sin cabeza sin saber qué quiere ni a dónde va.

La conexión Candanchú-Astún-Formigal, el gran espacio pirenaico de montaña y de nieve ha quedado enterrada en el cajón de los proyectos inútiles pese a haber dispuesto de unos cuantos millones de esos fondos europeos.

El abandono de la unión de estaciones en el Pirineo subraya la ausencia en Aragón de proyectos de envergadura para su desarrollo.

La fanfarria pseudoconservacionista de la Canal Roya lo ha celebrado también por las calles sin evaluar los beneficios que para el área pirenaica y el resto de Aragón podría suponer disponer de un espacio de atracción, creación de riqueza y repoblación. Pero ya se sabe cómo somos por aquí.

Hay más. Zaragoza se ha colocado ya como cuarta ciudad de España por población, y parece obvio que su proyección hacia el futuro requeriría tener alguna definición de cómo debiera ser la ciudad, disponer de algún proyecto de envergadura a medio y largo plazo compartido con ilusión por la mayoría de sus gentes y perseguido y gestionado por los sucesivos equipos a los que la ciudadanía otorgue el poder; pero tampoco.

Definir ese futuro para Zaragoza, diseñar actuaciones que supongan una evolución de la ciudad parece una tarea harto difícil en esta capital de baturria y cachirulo. Vean lo que ha ocurrido con el famoso Pabellón-Puente, convertido hoy afortunadamente y sin no pocos obstáculos, gracias a una fundación privada, en un espléndido Mobility City, después de más de catorce años de espera, desidia e indecisión de los poderes públicos locales, faltos de impulso, ideas claras y hasta si me apuran de cariño por su ciudad y por su desarrollo.

Y lo mismo cabe decir de Zaragoza, donde la construcción del nuevo estadio podría sucumbir ante una estéril disputa

Y vean lo que está ocurriendo con el proyecto de la nueva Romareda. No hay forma humana de que se pongan de acuerdo nuestros dirigentes, todo es tirarse piedras y esconder la mano en una estéril disputa competencial. Pero al final mucho me temo que nos quedaremos sin ese estadio nuevo y lo que conlleva de revolución urbana. Así que nos quedamos sin otro gran proyecto en esta región, quizás en parte porque tampoco el equipo local hace méritos para jugar en un espacio de tronío. Zaragoza y Aragón tienen que resignarse a seguir esperando imaginación, ideas y ambiciosos proyectos de futuro.

Y poco más. Veremos si las próximas elecciones nos traen nuevos dirigentes y, sobre todo, que sean capaces de entenderse y de emprender e impulsar planes y proyectos para hacer de esta ciudad lo que ya han sabido bien hacer otras como Málaga o Bilbao, por citar dos urbes de un tamaño parecido al de nuestra ciudad. Menos mal que nos queda un sector privado que tiene destellos de valor, ingenio y audacia.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis de Arce)

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