Rumor anticlerical

Imagen de la plaza de San Pedro del Vaticano
Imagen de la plaza de San Pedro del Vaticano
AFP

La historia de Emanuela Orlandi ha vuelto a salir a la luz a raíz de las declaraciones de su hermano Pietro, cuarenta años después de su desaparición. El tinglado de la trama ha llegado a salpicar por algunos hasta... ¡al mismísimo papa Juan Pablo II! 

Estrambótico de lo más. Sobrecoge, tanto por afectar a una figura tan sagrada, dentro de una institución tan sobrenatural (creemos los cristianos), tan poderosa antes y tan secular como misteriosa, claro. ¡Cómo no va a serlo, si su propia existencia y supervivencia ya es un misterio! Por cierto, que el papa Francisco ha ordenado investigar el caso hasta el final.

A estas alturas, salvo para ganar ‘share’ de audiencia en las televisiones, no se comprende, en estos tiempos de decadencia eclesial, que interrumpan el descanso eterno del papa polaco sin ninguna razón sólida para ello. Pero, ¡ay!, en los asuntos vaticanos siempre hay mucho morbo que lleva al sensacionalismo. Todo vale. Acordémonos de Roberto Calvi, director y luego presidente del Banco Ambrosiano, y su estrecha relación con el arzobispo Marcinkus, del IOR (Instituto para las Obras de Religión), que fue destituido luego por Juan Pablo II. Calvi acabó sus días colgado en un puente de Londres, sobre las aguas del Támesis. Los ríos de tinta y minutos de televisión que llevó el asunto fueron enormes.

La desaparición, posiblemente secuestrada, de la joven de 15 años Emanuela Orlandi en Roma en 1983, que nunca se ha aclarado, sigue dando lugar a críticas contra la Iglesia

Siempre ha sido así. También Pío XII fue bien controvertido por su actitud en la Segunda Guerra Mundial, cuando se la acusó entonces y ahora de no condenar de manera explícita el Holocausto. Así, el papa aristócrata –de una de las mejores familias de la nobleza pontificia–, que hasta era un gran jinete, ha estado siempre en un blanco más blanco que el de su sotana. Nuncio apostólico en Alemania, pronto la amó, y supo contemporizar con los nazis. John Cronwell (‘El Papa de Hitler’) y Anthony Rhodes (‘El Vaticano en la era de los dictadores’) le acusaron poco menos que de colaboracionista del Führer.

En España, Manuel Azaña, a la sazón jefe de Gobierno de la II República, proclamó en un discurso parlamentario (el 15 de octubre de 1931), que "España había dejado de ser católica". Esta frase encendió los ánimos de los católicos, que no la olvidarían, hasta que en 1936 el problema clerical (y anticlerical) fue uno de los ingredientes de nuestra desgraciada guerra civil. Lo que es chocante es que en Italia, como en España, una Iglesia católica con un poder ya insignificante y en declive, siga siendo atacada con saña.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis Mateos)

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