Bloques, sumas, votos

Bloques sumas
Bloques, sumas, votos
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Las cábalas demoscópicas se van a multiplicar en las próximas semanas. Es lo que toca. Las elecciones autonómicas y municipales están a menos de un mes. 

Unos aspiran a vaticinar con acierto, otros a moldear la opinión pública y llevar el agua a su terreno, como la estrategia performativa de Tezanos en el CIS. Es decir, los pronósticos se cuentan para dar forma a lo que se quiere obtener, de modo que las consecuencias finales sean las propias; para eso está la cocina estadística. En cualquier caso, acertar el resultado es un problema, un negocio y un reto.

El problema de la anticipación de los resultados tiene varias caras. Primera, el ‘objeto’ a observar. Por un lado, aumenta el electorado que se resiste y es renuente a manifestar su decisión por adelantado. Por otro, son unas cuantas y unos cuantos quienes no tienen claro qué votar. Segunda, la realización del trabajo de campo. Las encuestas funcionan cuando el sistema social no está maleado por saturación. Tercera, la ‘sublimación’ de la racionalidad política ciudadana en tanto pérdida de referentes ideológicos sólidos. Cuarta, la extensión de cámaras de eco en las redes sociales donde se alimentan los discursos propios polarizando la sociedad en grupos desconectados entre sí. Quinta, la nueva fragmentación de la oferta que complica la correlación de votantes y partidos.

La complejidad política y la perplejidad de buena parte del electorado hacen que la tarea de prever los resultados electorales resulte más difícil

El negocio se hace, precisamente, proponiendo explicaciones plausibles ante la incertidumbre. Si funcionan y se venden a quienes buscan esa información, la ganancia está asegurada. Saber por adelantado qué va a suceder siempre ha sido un arte, una forma de poder y de lucro. No es una adivinación de echadores de cartas, ni cuestión de interpretar un destino ya escrito. Es un reto donde convergen las cuestiones técnicas, las políticas en sentido estricto y las consecuencias en sus múltiples dimensiones. Por ejemplo, las prioridades de inversión pública, la prestación de servicios, la capacidad reguladora, la fiscalidad o la organización de las administraciones.

Si el electorado fuese una ciudadanía crítica, vertebrada, con una racionalidad estructurada en función de ideas coherentes y no sólo de emociones, capaz de pensar de manera autónoma distinguiendo los programas políticos, las promesas y los hechos, entonces sería más sencillo atinar. Pero no es así, en nuestra democracia se han ido diluyendo los pilares lógicos construidos sobre argumentos bien cimentados para entrar en una lógica emocional basada en impulsos, en filias y fobias, volátiles según cambia el viento. Así, la tendencia del voto se escruta desde mecanismos psicosociales capaces de crear estados de opinión.

Con la digitalización de la sociedad, el abanico de posibilidades para construir y manipular la opinión pública se ha multiplicado. Ahora es más fácil que nunca explotar los datos personales que dejamos en distintos servidores sirena. Se utiliza el excedente emocional de la conducta en redes sociales como fuente primaria de información. Después, la facilidad para crear y diseminar opiniones, junto con la pereza intelectual del electorado apuntan en una dirección perversa. El principio de comodidad se impone a cualquier otro. Y cambia cuando el malestar, el peligro y el miedo se identifican con un determinado grupo político.

En todo caso, la partida no terminará el día 28, llegará después la hora de los pactos

Las maquinarias electorales de los partidos llevan meses diseñando estrategias para seducir votantes. Quieren situar su relato anulando al adversario. Siguen creyendo que quien controla el marco de referencias será hegemónico en el saldo final. Pero tal como están las cosas, no será así de simple. En las fontanerías de los partidos saben que la batalla estará en los restos. La ley d’Hondt es lo que tiene. Y a esto se ha de añadir el límite de entrada: el 5% para los municipios y el 3% para la comunidad autónoma.

Salvo sorpresa, la partida no terminará con los votos del día 28. Algunos piensan en términos de bloques y sumas. En el caso de Aragón, de nuestro país, la implosión del PAR, la dilución de Cs, las peleas entre ZEC, Podemos, etc., junto con otros oportunistas recién llegados, van a favorecer el bipartidismo de PP y PSOE. Vox, si se mantiene, y CHA, si recupera posiciones, tendrán mucho que decir. La visión dicotómica izquierda vs. derecha no será suficiente.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Chaime Marcuello)

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