Decadencia y valores

Decadencia y valores
Decadencia y valores
Pixabay

En estos últimos meses me han llamado la atención algunas reflexiones centradas en un problema clave y nuclear de nuestra civilización occidental: la decadencia cultural, la pérdida de los valores que deberían marcar el futuro.

La profesora Carmen Herrando escribía en Heraldo sobre los fundamentos y valores de Europa y afirmaba que "con los derechos desenfocados y los valores sin su radical fuerza humanizadora, ¿dónde quedan los fundamentos de Europa? Estamos abocados a un declive tan grande, que pronto no podrá caer más bajo la civilización que fue de los valores. ¿Busca Europa hacerse el harakiri?"

Julio José Ordovás se refería al diálogo sobre la decadencia de Occidente mantenido por dos intelectuales franceses, Michel Onfray y Michel Houellebecq, en la revista ‘Front Populaire’. La conversación abarca un abanico amplio de temas, desde la descristianización, la americanización, la burocracia europea, el ecologismo, la guerra de Ucrania o el declive demográfico. Uno de ellos es ateo y el otro agnóstico, pero ambos coinciden en que la religión es indispensable para la supervivencia de una sociedad. "Solo la religión es capaz de aglutinar una civilización, al proponer una trascendencia última", afirma Onfray.

Ordovás concluye con una reflexión con la que no puedo estar más de acuerdo: "La pregunta que uno no puede evitar hacerse es si somos los españoles conscientes de nuestra decadencia. Yo, la verdad, no lo tengo claro. A fin de cuentas, llevamos tanto tiempo instalados en ella que ni la vemos ni nos preocupa".

En una reciente conferencia en Zaragoza, Jaime Mayor Oreja hablaba de esa pérdida de rumbo que sufre la sociedad occidental. Un tránsito hacia la nada en temas claves como la vida, la libertad, la familia o la verdad. Esa pérdida de la dimensión moral y espiritual tiene como consecuencia el que en España veamos en estos momentos un esfuerzo político para cambiar la naturaleza del hombre y de la mujer. "Una catástrofe, un esperpento", concluía.

Occidente no ha sabido defender sus verdaderas raíces. Cuando se estaba redactando lo que iba a ser la constitución europea, Juan Pablo II insistió en que se recogiera algo que nadie debería dudar: que lo mejor que tiene esta civilización es el fruto surgido de sus raíces cristianas. Una sociedad sin valores bien fundamentados acaba desmoronándose. 

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Carlos Sauras)

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