Patica y el vasillo

Patica y el vasillo
Patica y el vasillo
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España, que anda siempre a punto de romperse incluso cuando se ha dado por rota, ha ganado en los últimos meses una nueva argamasa de unidad nacional en formato ‘youtuber’, ‘tiktoker’ o lo que carajo sea. 

José Ángel Peregrina, más conocido como ‘Patica1999’, un chaval de un pueblo de Granada de 26 años, ha ido escalando posiciones en el corazón colectivo con vídeos que no llegan a los dos minutos y donde sale comiéndose los platos que prepara su madre. Son comidas caseras, contundentes, por las que la criatura luce generosa y abundante en carnes y felicidad. Lo dijo claro en una entrevista: "Me lo trago ‘to’". La misma en la que admitió que a él le gusta comer, no los restaurantes; rompiendo por primera vez un trazo lineal hacia el negocio poco habitual. Enmarcó un placer en un hecho no aspiracional sino de costumbre, moviendo la economía de la cesta al puchero sin intermediarios ni intereses.

Con más de un millón de seguidores, a Patica se le preguntó por uno de sus vicios, el refresco azucarado de marca blanca que se aprieta en tres versiones de sabor en todos sus vídeos. Se le cuestionaba si eso era edificante, teniendo en cuenta lo poco saludable de esos brebajes y la cantidad de personas que le ven. "Yo no obligo a nadie a comprarla, pero a mí me gusta tomarme mi vasillo", espetó más aclarando que pidiendo perdón. La respuesta, en una llaneza que le acompaña de forma irremediable, deslizaba una fractura (otra) que se entiende cuando un formato de entretenimiento llega al espectador sin los filtros de la corrección política ni la pedagogía que se ha de suponer a cualquier contenido ‘apto’ para el pueblo. La gente que no se disfraza triunfa; y educar no debe estar en los contenidos de entretenimiento sino en el aparato que el Estado debe garantizar para que luego nosotros, adultos, sepamos ver esos contenidos con los ojos adecuados.

La sociedad, cada vez más harta de que le ofrezcan contenidos donde cualquier coincidencia con la realidad es casualidad, disfruta de la cotidianeidad de personas como Patica porque son un espejo de la vida imaginada en un cristal. Un reflejo relajado que devuelve a la costumbre y que despeja el valor de la educación y el disfrute a su origen: el hastío, el criterio, el libre albedrío, como partes que solo nosotros hemos de ordenar.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Juanma Fernández)

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