Tirria a los patinetes

Varias bicicletas y un patinete aparcado en la plaza de España de Zaragoza.
Tirria a los patinetes
Toni Galán

El famoso referéndum de París sobre los patinetes de alquiler ha puesto de relieve la tirria que les tiene mucha gente a esas máquinas y, ya de paso, a las bicicletas como elementos de la circulación. 

Aunque las encuestas de urgencia en diversas ciudades, también en Zaragoza, no sean técnicamente rigurosas, sí son indicativas, y revelan una opinión en contra muy mayoritaria. No deja de resultar curioso que hayan acabado provocando tanto rechazo unos vehículos de los que llevan lustros diciéndonos que iban a ser la solución para los desplazamientos y que harían que las ciudades fuesen más amables y la vida en ellas, más llevadera. Pues muchos ciudadanos sienten exactamente lo contrario, que son un incordio. Una de las causas, sin duda, es que bastantes ciclistas y patinetistas parecen haber heredado esa pulsión egoísta y prepotente de la que siempre han hecho gala algunos, bastantes, automovilistas, imponiendo a los demás sus prisas y sus malos modos. Circulando a toda pastilla con el patín a motor por donde a uno le place, esquivando a los caminantes y dejando el cacharro donde a uno le da la gana, no se pacifica la ciudad; más fácil es que se arme la de Troya. Y en estas culpas, ya sabemos que luego pagan justos por pecadores. Pero además hay que tener en cuenta que bicicletas y patinetes no son aptos para la mayoría de los ciudadanos y que, por tanto, pueden servir para los desplazamientos de algunas personas, pero no son una solución general para la tan traída y llevada ‘movilidad’. El nervio del movimiento en una urbe debe estar en un transporte colectivo eficaz. Autobuses y tranvías más que patinetes.

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