Tristes libros

Inauguración de la Feria del Libro Viejo en Zaragoza.
Tristes libros
Guillermo Mestre

José Luis García Cerdeño compró durante años libros y más libros sobre la República, el exilio y la actividad político-social de los españoles que llegaron a México: Bergamín, Rejano, Margarita Nelken… 

Una parte de su enorme biblioteca, con documentación masónica y de instituciones del gobierno de la República en el exilio, así como con parte de los archivos y correspondencia de partidos políticos de izquierda, la compró en 2003 la Subdirección General de los Archivos Estatales y se puede consultar en el Centro Documental de la Memoria Histórica, en Salamanca. Pero no todo fue a parar ahí. Un librero de Madrid pudo comprar unos diez mil libros de aquella biblioteca, todos encuadernados en tela o media piel, y buena parte de ellos los ha traído a Zaragoza, a la Feria del Libro Viejo y Antiguo que se está celebrando estos días en la plaza Aragón. Allí los he visto, uno por uno, en dos largas jornadas, con la pasión desbordada, desde luego, pero con el corazón encogido y un rictus de profunda tristeza. 

Hasta en los armarios de la cocina guardaba sus libros, me confesó el librero. Toda la vida buscando y leyendo libros, vistiéndolos con los mejores ropajes, invadiendo estancias y cocinas…, todo para que al final regresen a la plaza y al mercado, para que tipos como yo disfruten unas horas del festín, lean con suerte la mitad de lo que compraron, los confinen en sus casas y dejen pasar el tiempo hasta que la historia vuelva a repetirse. Me llevé una docena de libros excepcionales y exageré el rictus de tristeza al entrar en casa con las bolsas. Por si las moscas.

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