Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Literatura de prospecto

Literatura de prospecto
Literatura de prospecto
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Soy asiduo a las farmacias. En la que está en mi calle suelo coincidir con algunos vecinos que también son consumidores habituales. Hay uno al que veo con frecuencia leyendo prospectos mientras espera su turno. 

En cuanto acaba uno, coge otro medicamento de la estantería, desdobla el folleto farmacológico con el mismo mimo con que abriría una primera edición del Quijote y lee con delectación.

Cuando lo conocí, me explicó que a él no me van las novelas ni la poesía: "Solo disfruto con las hojitas de instrucciones de los laboratorios. Incluso creo que las buenas me curan más que las propias pastillas".

Un día, cuando la farmacéutica le informó que había llegado un nuevo vasodilatador coronario, él le pidió ojear la información. Leyó, me miró y sentenció: "Está muy bien escrito. Voy a comprarlo". A mí me parecía arriesgado administrarse una medicina por la calidad literaria del prospecto, pero como también sufro problemas de corazón compré un envase. Al salir, me picó la curiosidad y leí la letra pequeña: "Debe tener en cuenta que en tratamientos crónicos con dosis elevadas pueden disminuir los efectos de la nitroglicerina". Sentí un arrebato, una emoción indescriptible. Desde entonces también soy un converso de la boticaliteratura.

Esta mañana he oído que la UE se está planteando sustituir los prospectos por códigos digitales QR. ¡Craso error! Alguien debería explicarles que, al igual que los adolescentes que leen en papel mejoran su comprensión frente a quienes lo hacen en pantalla, la literatura farmacológica cura mucho más si va impresa en un papelito.

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