Estrafalario

Ramón Tamames, durante el debate de la moción de censura en el Congreso.
Ramón Tamames, durante el debate de la moción de censura en el Congreso.
Chema Moya / Efe

La moción de censura presentada por Vox con Ramón Tamames como supuesto aspirante a sustituir a Pedro Sánchez ha absorbido, esta semana, buena parte del ajetreo político español.

 Un aspecto en el que han coincidido muchos articulistas es en el carácter estrafalario de una maniobra parlamentaria por la que la ultraderecha usaba como ariete a un antiguo comunista, casi nonagenario, no tanto para atacar al Gobierno, que también, como para poner en evidencia al principal partido de la oposición. Así, José Luis de Arce, ya en los prolegómenos, se asombraba: «Resulta que Ramón Tamames se convierte en el Supermán de la derecha». El día 18, Miguel Ángel Liso hablaba de «esa astracanada de moción de censura contra el Gobierno socialista, presentada por Vox». El sábado 19, Javier Rueda, comparaba el acto con el cervantino ‘Retablo de las Maravillas’, y hablaba de «un divertido entremés sobre una formación política que quiere utilizar a una marioneta narcisista para certificar la ‘pureza de sangre’ de sus votantes». Y el domingo 20, Guillermo Fatás evocaba el esperpento valleinclanesco al escribir: «Cráneo privilegiado, a Don Ramón (Tamames) tampoco le espera nadie y actúa libérrimamente, porque le apetece (...) satisface así una poderosa pulsión íntima (...) la admiración ilimitada por su propia persona». Ayer, Pablo Guerrero subrayaba el peligro que supone hacer un uso espurio de la moción de censura, y recordaba «una época en la que se consideraba que, si bien era prácticamente imposible que las mociones de censura triunfasen jurídicamente, éstas tenían un impacto político indudable». Lo de esta semana, en cambio, como certificaba Fernando Jáuregui, fue un acto «irrelevante».

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