Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Gallina, liebre y elefante

Gallina, liebre, elefante
Gallina, liebre y elefante
POL

George Santayana es recordado sobre todo por una frase: "Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo". Esta sentencia se utiliza con frecuencia para advertir de la necesidad de los países de conocer su historia, pero el filósofo español no habló ni de ‘pueblos’, ni de ‘historia’, sino sencillamente del pasado y más bien considerado como experiencia directa e inmediata. 

Por eso resulta muy útil ahora para valorar la inestabilidad financiera mundial. Estamos atravesando una crisis de confianza porque los ciudadanos tienen muy vivo el recuerdo del ‘crash’ de 2008.

Después de la absorción forzosa de Credit Suisse por parte de UBS y sin cerrar todavía la crisis de la banca regional estadounidense, las dudas se centraron ayer en el Deutsche Bank, el mayor banco alemán. Por tercera semana consecutiva, este domingo se adivina repleto de tensiones porque las pérdidas en Bolsa se han vuelto a extender por todo el sector. Las autoridades políticas y económicas se han apresurado a asegurar que el sistema es estable, pero muchas personas se preguntan si se repetirá la historia o esta vez es diferente. Esta es la clave: quienes sufrieron la dureza de los ajustes sociales y laborales no se fían porque no han olvidado sus penurias de la pasada década.

Los gobernantes deberían tener colgado siempre un cartel en sus despachos
con un decálogo de ideas básicas

John Galbraith, uno de los economistas más prestigiosos del último medio siglo, ya lo advertía en 1972: "Como protección contra la fantasía y la demencia financieras, la memoria es mucho mejor que la ley. Cuando el recuerdo del desastre de 1929 se perdió en el olvido, la ley y la regulación no fueron suficientes. La historia es extremadamente útil para proteger a la gente de la avaricia de los demás y de la suya propia".

Efectivamente, la Gran Depresión de 1929 llevó a Estados Unidos y al resto de las potencias occidentales a crear reglas y sistemas de vigilancia. Fue el sistema de Bretton Woods, que perduró hasta 1971. Cuando se olvidó el sufrimiento de los años treinta, comenzó una nueva fase de globalización más desregulada. Nadie controlaba los enormes flujos de capitales que alimentaban los mercados crediticios y bursátiles hasta que todo estalló en 2008.

Hace quince años se proclamó que la quiebra de Bear Stearns era un caso aislado, pero al final la crisis de las hipotecas ‘subprime’ acabó generando la mayor recesión desde 1929. De la noche a la mañana empezaron a esfumarse los ahorros de muchos incautos que confiaron en las promesas de esos maestros de la ingeniería financiera que pregonaban que el éxito del capitalismo se basaba en la autorregulación. La inesperada bancarrota arrebató el empleo a millones de personas en todo el planeta. Los Estados tuvieron que salir al rescate del sistema bancario y volvieron a ser más exigentes con las pautas de comportamiento en los mercados. Pero algunos gobernantes, empezando por Donald Trump, las relajaron pronto.

Una diría: los ahorradores (los mercados)
tienen corazón de gallina, piernas de liebre y memoria de elefante

Los datos demuestran que la situación es hoy muy diferente a la de 2008, pero los ahorradores dudan porque la regulación del sistema no es tan eficiente como se prometió. Martin Wolf, uno de los gurús de la ‘biblia’ del capitalismo mundial (‘The Financial Times’), lo explicaba hace unos días: "Los bancos fallan. Cuando lo hacen, aquellos que pueden perder gritan por un rescate estatal. Si los fondos amenazados son lo suficientemente grandes, tendrán éxito. Es así como, crisis a crisis, hemos ido creando un sector bancario en teoría privado, pero en la práctica tutelado por el Estado. Este último, a su vez, intenta frenar el deseo de los accionistas y la gerencia de explotar las redes de seguridad de las que disfrutan. El resultado es un sistema que es esencial para el funcionamiento de la economía de mercado pero que no opera de acuerdo con sus reglas. Esto es un desastre".

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