Por
  • Alejandro E. Orús

Moción sin emoción

Santiago Abascal y Ramón Tamames
Moción sin emoción
Javier Lizón

Es muy posible que las críticas crecientes al desmedido ego de don Ramón Tamames estén bien fundadas y expliquen en parte esta moción de censura que se nos viene encima. 

No puede negarse que la egolatría ha sido y es cantera de políticos, como lo es de algunos profesionales de los medios de comunicación, la universidad o quién sabe si hasta de la quiromancia. Ningún ámbito escapa por sí mismo de la vanidad porque esta está intrínsecamente unida a la naturaleza humana y eso ocurre incluso en aquellos aspectos más elevados. De la caridad se dice por ejemplo que ha de ser anónima para que no sea pura y simple vanidad.

Los escaparates, mejor cuanto más iluminados y brillantes, son piezas codiciadísimas en estos tiempos turbulentos que dominan los cánones difusos de Instagram y Tik Tok. Y entre esos nuevos instrumentos de exhibición, el Congreso de los Diputados aún resiste como un clásico revestido de la dignidad que confiere ser la sede física, aunque eso pueda parecer antiguo, de la soberanía popular.

Esta moción exenta de emoción y llamada al fracaso es poco más que una pirueta que demuestra hasta qué punto la política puede llegar a ser una pérdida de tiempo. En el anciano venerable que hoy atrae todos los focos se quiere ver la voz proyectada de nuestra vieja Transición y su celebrado espíritu de consenso que tan alejado parece, por cierto, de Vox. Pero era innecesario explicitarlo así, como un espectro constitucionalista y algo estrafalario que se aparece inopinadamente en el Congreso. Tal vez lo que mejor se comprende de esta farsa en ciernes es esa frase que cuentan que Feijóo dijo a Tamames: "Si fueras mi padre no te dejaría hacer esto".

Ni siquiera se aprecian ventajas para Vox como impulsor de esta iniciativa, más allá de la atención mediática. El jardín en el que se ha internado de la mano de Tamames, sin saber quién lleva realmente a quién, revela claramente las limitaciones del discurso del partido, el encastillamiento que, a veces desde la arrogancia, dificulta hasta hallar un candidato capaz de suscitar el entendimiento sin abandonar la ortodoxia del partido. Y evidencia además que la crítica al sanchismo, tan poblada hoy de argumentos, es definitivamente plural. 

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