Don Ramón y el Callejón del Gato

Don Ramón y el Callejón del Gato
Don Ramón y el Callejón del Gato
Lola García

Esperpento es, entre otras cosas, una situación estrafalaria o grotesca. Don Ramón del Valle-Inclán convirtió el término en un concepto literario peculiar, embutido en un subgénero teatral.

Su técnica fue la de la caricatura. Caricatura es un italianismo que procede de ‘caricare’, cargar. Es decir, consiste en un recargamiento de ciertos rasgos para simplificar la visión del conjunto. Se recarga, con intención sarcástica o irónica, algo que no debe pasar inadvertido. Todo el mundo sabe qué es una caricatura. En el lenguaje común, es una deformación de los rasgos físicos de un rostro, pero no hasta el punto de hacerlo irreconocible. Se trata, en suma, de que el espectador vea subrayado lo que al autor le parece más característico del modelo. El esperpento es la caricatura de una situación o también -este es el quid ahora- una situación que resulta grotesca por sí misma sin necesidad de hacerle caricaturas.

En su inimitable ‘Luces de Bohemia. Esperpento’, don Ramón fabrica un personaje extraordinario y de nombre igualmente anómalo, Max Estrella. Un viejo andaluz amargo, alcoholizado, pobre casi miserable y semiciego, a quien la crueldad de la vida niega incluso la posibilidad del suicidio, que le tienta con fuerza: su sino lo hará morir delirante y en la calle, como un perro sin amo. Deja viuda y una hija, que habrán de "hacerse cruces en la boca" porque no tienen otra cosa que meterse en ella. Al país de su época no se le da un ardite de espíritus así. Valle hace comparecer, para redondear sus geniales absurdos, a personajes que no fueron contemporáneos. Quienes no hayan leído esta pieza, genial, pero difícil, pueden acercarse a su espíritu mediante la película homónima, que dirigió en 1985 Miguel Ángel Díaz, con un apreciable guion de Mario Camus.

El Callejón del Gato

La calle de Álvarez Gato (un poeta del siglo XVI) es una vía estrecha y umbría, entre la plaza de Santa Ana y la calle de la Cruz, en Madrid. La gente la llamó, con motivo, callejón. Y la peculiaridad del segundo apellido del literato hizo el resto: Callejón del Gato, nombre de aspecto valleinclanesco, aunque no lo fuera propiamente. Hubo allí, en el número 3, una tienda de espejos y ferretería (Canosa) que tenía como reclamos dos divertidos espejos, como los que aparecían en las barracas de feria, que, por ser uno convexo y el otro cóncavo, reflejaban la imagen de los caminantes grotescamente deformada. Hoy es una visita curiosa, porque existen en él otros elementos del neotipismo capitalino (un mural que figura una biblioteca, dos pequeños espejos deformantes -de plástico- que evocan los primitivos, rotos un día por vándalos futboleros, y una fachada con baldosería de Romero Mesa).

Lo avisó Valle-Inclán: "Los héroes reflejados en espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada"

Decir lo que se quiera

En España, la libertad de palabra se da incluso con férreas dictaduras; bajo mano, pero imparable. No hay quien haga callar al país. Es un poderoso nervio que nadie puede adormecer, salvo de forma momentánea. Y en eso estamos hoy, ahora que los españoles vivimos una libertad de palabra prácticamente irrestricta, que permite a diario tanto los desmanes más soeces como las mejores muestras de agudeza e ingenio.

Cráneo privilegiado

En la Escena III de ‘Luces de Bohemia’, Enriqueta, la Pisa Bien, muchacha mísera, que tiene un ojo con avería y bebe aguardiente de Rute, dice: "Me espera un cabrito viudo". Quiere significar que, como no tiene a nadie que valga la pena ni le merezca respeto, hace lo que le da la gana.

Cráneo privilegiado, a Don Ramón (Tamames) tampoco le espera nadie y actúa libérrimamente, porque le apetece, tiene quien le facilite el acceso a un Parlamento del que no forma parte y satisface así una poderosa pulsión íntima, nunca desmentida, como es la confianza en sí mismo y la admiración ilimitada por su propia persona.

En el Congreso se dispone a dar un discurso que, por fuerza, obedecerá a su ego regeneracionista y cuya tónica literal ya se conoce. Imposible desmentirse a sí mismo, porque sus rumbos han ido variando a lo largo de su dilatada vida de político, profesor, tratadista y escritor poligráfico, con incursiones nada raras en un género de su predilección: el histórico. Acaso su incursión más notable haya sido ‘¿Adónde vas, Cataluña? Cómo salir del laberinto independentista’ (Península, 2014). Se dio un gustazo.

La puesta en escena durará dos días (la acción en ‘Luces’ es más breve, discurre en menos de veinticuatro horas). Don Ramón (del Valle) pone a Max Estrella en actitud de escuchar a su repulsivo amigo Don Latino de Híspalis: "A mí –dice este– me divierte mirarme en los espejos de la calle del Gato". Y Max le replica: "Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas".

El día 21 se verá la política nacional en los espejos deformantes del Congreso. Con el orto de la primavera, qué gran regocijo.

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