Por
  • Jesús Morales Arrizabalaga

Igualeza, igualdad

Igualeza, igualdad
Igualeza, igualdad
POL

Igualeza. La palabra aparece en el Diccionario de la Lengua (DLE), marcada como en desuso. La documentan las bases de datos de la propia Real Academia Española, pero sitúan su primer uso en Castilla en torno a 1350. 

La traigo como acto de recuerdo de partes escondidas de la cultura jurídica aragonesa del siglo XIII, y como pretexto para propiciar algunos minutos de reflexión sobre el campo semántico ‘igualdad’ tan presente hoy en discursos y conversaciones, pese a la dificultad extrema que plantea su uso.

El español tiene algunas palabras que están muriendo de éxito. Se han ido cargando de valor positivo y tienden a usarse en cualquier contexto para aprovechar esa energía argumental que acumulan: libertad, democratizar, justicia, verdad... por supuesto igualdad. Las encontramos en frases cada vez más absurdas.

Para utilizarlas con rigor primero debemos descartar usos impropios; luego, en la mayor parte de las ocasiones, habrá que acompañarlas de alguna otra que añada límites; muchas veces tendremos que introducirlas dando una explicación de cierta extensión que perfile el significado que queremos darles. Mi recomendación general es restringir su uso porque ni con todas estas precauciones será fácil mantener controlado y estable su significado, de manera que todos los intervinientes en el proceso comunicativo las descodifiquen igual.

No me parece buena idea utilizarlas para nombrar instituciones (Comisión de la Verdad…). Este tipo de nombres pretenciosos generan una expectativa que sólo puede resultar defraudada. La verdad es escurridiza. La igualdad es noción tan esquiva como ‘infinito’.

La igualdad es una de esas palabras que, de tanto usarlas sin precisar en cada caso su sentido, se están devaluando y a veces sirven para generar confusión

Un Ministerio de Igualdad debe empezar resolviendo los matices inabarcables de su nombre; debe explicar, por ejemplo, que diseña una política de igualdad que se construye sobre la consolidación de la diferencia, de lo distinto. Si vamos al Diccionario (DLE) veremos de frente la paradoja. Dice: "Distinto: que no es lo mismo". El desafío de juntar igualdad y diferencia parece importante; creo que sólo se puede salir del atasco si nos apoyamos en una reflexión detenida sobre igualdad y sus aledaños. Para esta travesía vendría bien un poco de humildad.

El mismo Diccionario recoge la palabra igualeza, pero la identifica con igualdad. Nuestras fuentes forales aragonesas del siglo XIII se expresan con mejores matices. Por eso tiene fundamento que un jurista aragonés se sienta orgulloso de sus instituciones históricas y de su derecho: en textos nuestros del siglo XIII encontramos reflexiones en torno a esa idea de igualdad, comprobando que manejaban varios conceptos próximos pero que diferenciaban perfectamente. Sólo recurriendo a niveles de precisión y sutileza semejantes podremos explicar la paradoja de utilizar la desigualdad para promover la igualdad y viceversa, invocar la igualdad para consolidar la diferencia.

Volvemos a nuestra ‘igualeza’ (‘ygoaleza’). Que no es igualdad, sino analogía; por decirlo con frase de derecho aragonés del siglo XIII: causas semejantes deben tener soluciones semejantes.

En el mundo del derecho la igualdad estricta no existe. No hay dos casos iguales, dos situaciones idénticas en todo. Por ser menos precisa, la semejanza, la igualeza, es más accesible y útil. No aspira a la exactitud que sí exige hablar de ‘igualdad’. La igualdad se nos escapa, pero sí podemos apreciar grados de semejanza suficientes. Desde este equilibrio de precisión-imprecisión podemos realizar análisis fundados y proponer decisiones razonadas.

Su uso solvente en el derecho y en la política requeriría de una mayor reflexión

Algo avanzamos de la mano de nuestros antecesores medievales, que evitaron cargar demasiado peso argumental en igualdad y recurrieron a ‘semejanza’. Algo, pero poco. Cuando en el paso siguiente preguntemos cómo medimos esa similitud, nos encontraremos dos de nuestros conceptos más complejos: razón (ratio) y ‘lógos’. Cuando haya una misma ‘ratio’ el derecho debe ser semejante. Cuando se aprecie ‘lógos’ semejante (‘ana-logía’) la solución también debe serlo.

Manejarse con solvencia con palabras tan densas, con capas de significado tan complejas, requiere años de formación y reflexión constante. Utilizarlas faltando al respeto que esta riqueza exige, explica discursos que atribuyen al fascismo lo que simplemente procede de un mayor conocimiento y una actitud prudente (jurisprudente) de quienes son conscientes de la dificultad que afrontan cuando se las encuentran.

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