División en el Gobierno
Al presidente del Gobierno se le ha complicado el calendario electoral a menos de cien días de los comicios locales y pocos meses de la cita con las generales.
El esfuerzo por distanciarse de la polémica ley del ‘sólo sí es sí’ y del feminismo radical que representa Unidas Podemos, en plena semana del 8-M, se escenificó el pasado martes en el Congreso. Pedro Sánchez logró que la Cámara aprobase el inicio de la tramitación de la reforma de la ley más contestada de su mandato, no con los votos de su socio sino gracias al respaldo del PP. Se ha llegado así a una situación paradójica, en la que los dos partidos miembros de un Gobierno de coalición se pelean abiertamente por una norma legal que, en buena lógica, deberían defender al unísono y de forma solidaria.
Los equilibrios realizados hasta la fecha por el Gabinete que encabeza Pedro Sánchez y sus alianzas con fuerzas contrarias a la Constitución y a la unidad del país, que le han permitido avanzar en su agenda legislativa y aprobar presupuestos pese a sus escasos diputados, pueden resultar ahora inútiles debido al conflicto intestino. No obstante, el acelerado distanciamiento de la parte socialista y la podemista tiene pocos visos de traducirse en una ruptura real porque ambas se necesitan para conservar el poder. Aunque es previsible que tanto el PSOE como Unidas Podemos procurarán diferenciar claramente sus perfiles conforme se acerquen las citas con las urnas, las encuestas señalan que solo si permanece unido el bloque de investidura sería capaz de hacer frente al ascenso de Núñez Feijóo.
El Gobierno está mostrando sus flancos débiles al desvelarse con claridad sus incoherencias, pero el país está pendiente de la llegada de más recursos europeos y de reformas fundamentales del Estado del bienestar, como la de las pensiones, que no admiten ni debilidades ni divisiones.
