Sender y Heraldo, 1923

Sender y Heraldo, 1923
Sender y Heraldo, 1923
Gascón, Acín & Lola García

Hace cien años HERALDO era ya un periódico atendible porque estaba atento. Igual ocurre hoy. La independencia del diario era manifiesta: como hoy, solo dependía de sí mismo, esto es, de la empresa editora, cuyo talante se capta sobre todo de dos maneras: tácitamente, en el tono general de sus páginas; de forma expresa, en los editoriales, artículos así llamados por responder al pensamiento del editor. 

El talante holgado se prueba en la amplia acogida que se daba y se da, de forma regular (no episódica), a expresiones de pensamiento de toda especie en las noticias y en los espacios de opinión. En eso, sobre todo, radica la condición liberal del diario desde su nacimiento en 1895.

Un siglo atrás –1923– practicaba esos principios y su ánimo abierto se extendía a los autores literarios –narradores, ensayistas, poetas– y a los creadores gráficos –artistas, ilustradores, viñetistas– de cualquier tendencia. Se miraba más la calidad, que la tendencia. Así se explica que, como el lector puede ver en la composición que ilustra este artículo, aparecieran en HERALDO estilos derivados de mentalidades diríase que opuestas. Había escenas de minucioso costumbrismo, como el que practicaba con éxito Teodoro Gascón, farmacéutico turolense nacido en Ojos Negros a mitad del siglo XIX, acaso el mejor dibujante de ‘baturros’. Y, en iguales fechas –no salimos de 1923–, aparecían estampas creadas por el innovador y refrescante Ramón Acín, oscense de 1888, fusilado, como su esposa, por los sublevados en agosto de 1936 a causa de su ideario anarquista.

Contó Sender, de avanzada edad, y recoge Juan Domínguez en una extensa y cuidada crónica (’Alazet’ 28, IEA, Huesca, 2016), que el grandísimo escritor de Chalamera ganó trescientas pesetas al ser proclamado vencedor en un concurso para jóvenes poetas convocado por HERALDO, "un poco de dinero que en aquel tiempo no era ninguna broma". El largo poema ganador, dedicado a "Don Ramón María del Valle-Inclán", sin tener apenas que ver con el Sender maduro y definitivo, mostraba una sensibilidad peculiar, una buena instrucción mitológica y un conocimiento eficaz de los recursos estéticos del modernismo. Abandonaría enseguida la tendencia. Acín, que la conocía bien, la había desestimado, en pro de una concepción más lineal y nítida de la obra pictórica o gráfica.

En 1923, Heraldo de Aragón era ya un periódico de referencia en cuyas páginas publicaban autores literarios y gráficos tanto tradicionales como de vanguardia

Sender y la gente de HERALDO

El Sender soldado aún no existe cuando anida en HERALDO y dice cosas como estas sobre el mito griego de la ninfa Pyrene, de la que procede el Pirineo, y que más sugieren a Rubén Darío (muerto en 1916) que a otro escritor que no fuese el propio Valle-Inclán: "Los cielos, presuntuosos, han peinado en bandos / el oleaje claro, rizado, lactescente, / do un bajel fabuloso hincha de luz su vela. / Los buitres instrumentan su fúnebre canción. / El milagro romántico –símbolo renaciente / de la prócer cigüeña– / navega hacia Poniente / y el alma, arrodillada, se unge en la oración".

La presencia en HERALDO de Sender (cuyo nombre bautismal completo fue Ramón José Antonio Blas y a quien siguen algunos llamando Sénder, qué espanto) no fue asidua, pues la guerra del 36 lo rompió todo. Pero, retornado en 1974, gastó tiempo en un memorable almuerzo con los redactores del periódico y, sobre todo, con los conmovidos veteranos Ruiz Castillo y Martín Triep.

Y aún hubo algo más. En 1979, Sender, en el muy leído diario madrileño ‘Informaciones´, disparó fuertes andanadas contra Buñuel, incurriendo a sabiendas en afrentas graves y rudas: comunista, alcoholista (sic), retrasado mental, reaccionario... Una desmesura a la que, en HERALDO, replicó Joaquín Aranda (1 de julio de 1979, vale la pena leerlo), saliendo por los fueros del genial calandino y no solo por ser familiar suyo (Joaquín casó con una sobrina de Don Luis), sino, más que nada, por conocerlo bien y haberlo estudiado. "Buñuel me ha asegurado personalmente que jamás perteneció al Partido Comunista", lo que carecería de importancia salvo en una dictadura.

Añadía que no debían considerarse sinónimos comunismo y estalinismo: "De lo que sí estoy completamente seguro es de que Buñuel no es estalinista. Lo del comunismo de Buñuel lo propaló Dalí con la más aviesa intención, y le costó a Buñuel ser expulsado del Museo de Arte de Nueva York, donde había encontrado ese trabajo que tan desesperadamente necesitaban los exiliados españoles".

Historias nuestras que hoy pueden, y deben, recordarse. A ser posible, sin inquina.

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