Por
  • Juan Antonio Gracia

Obras en el Pilar

La misa se estaba celebrando, como de costumbre, en el altar mayor.
Obras en el Pilar
Guillermo Mestre

Cuando todavía estamos conmemorando, que no celebrando, el 150 aniversario de la terminación del actual templo barroco del Pilar, unos andamios que cubren el retablo del altar mayor de la catedral basílica y unas vallas en la calle, al pie de la torre Santa Leonor, que tratan de proteger a los viandantes de todo peligro llegado de las alturas del edificio han suscitado, como no podía ser de otra manera, la natural curiosidad no exenta de inquietud entre algunos sectores de la sociedad zaragozana.

No son esos los únicos desperfectos en la inmensa fábrica del Pilar, pero otros, tal vez por encontrarse en zonas poco visibles o apenas transitadas, son menos advertidos. Tal es el caso de las goteras que, en tiempo de lluvia, se dejan notar en alguna parte de la techumbre de bóvedas, capillas o campanarios. Ahora mismo hay un problema de filtración en uno de los muros de la parroquieta, más identificada y conocida como capilla de San Judas Tadeo.

Hasta el momento de escribir estas líneas, no se dispone de más información que la ofrecida por los diversos medios de comunicación social de nuestra ciudad. Al parecer, el problema de la caída de cascotes de las cornisas de la citada torre no es grave y ya está en vías de solución. En cambio, el asunto de los andamios colocados ante el retablo preocupa más seriamente, y no solo porque impiden la contemplación de una bellísima joya artística del Renacimiento aragonés, sino también y, sobre todo, porque la intervención afecta negativamente al ámbito más importante del inmenso recinto sacro, es decir, al espacio celebrativo del culto litúrgico, en definitiva, al altar mayor de la catedral basílica.

Es verdad que el gran retablo de Damián Forment no es el ara ni la mesa de piedra sobre la que se celebra la eucaristía y bajo la que se halla el sepulcro del obispo San Braulio, pero es parte ornamental importantísima de un único conjunto artístico de inusitada belleza levantado por el pueblo cristiano para celebrar su fe y alabar a su Dios. Y si, como vienen diciendo con insistencia los últimos papas, la belleza, el arte y la música –‘via pulchritudinis’– son camino de evangelización, bien venida sea la operación emprendida hace escasos días en el gran retablo del altar mayor catedralicio.

Es una lástima que la enorme dimensión del paramento necesario para poder realizar los trabajos ante el retablo con la debida discreción afecte al altar y haya obligado a modificar el mobiliario sacro y a reducir en el presbiterio el espacio disponible para celebrantes, acólitos, lectores, infanticos, salmistas y otros servidores del altar. El aspecto que ofrece en estos momentos el altar eucarístico es digno pero no soslaya la impresión de encontrarnos ante un improvisado conjunto de arte efímero.

Las notas periodísticas citadas más arriba hablan de que "se va a emprender un proceso de limpieza y arreglos" y precisan que "la tarea que afrontarán los especialistas estará destinada a que el monumental conjunto pueda recuperar la brillantez original" (un cartelito colocado junto a un cepillo petitorio señala: "Limpieza retablo mayor, 50.000 euros").

Parece, pues, tratarse solo de una suerte de necesaria operación cosmética, en la que los datos que se nos ofrecen no desvelan el alcance, envergadura, proceso de la obra, nombre de la empresa limpiadora y lo que, en mi criterio, considero más apremiante hoy, la duración de los trabajos. El despliegue litúrgico de la ya cercana Semana Santa necesita un marco acorde con la trascendencia del Misterio que se celebra esos días tan especiales.

Construir, diseñar, restaurar, hablar, escribir sobre una catedral, una iglesia parroquial, una ermita o, incluso, sobre el altar mayor del Pilar (ara y retablo) es una tarea interdisciplinar que exige, al menos, la participación del historiador, del teólogo y del artista. Así se hizo en la última restauración que comenzó en marzo de 1993 y finalizó en julio de 1994 y cuyo resultado final fue acogido con general complacencia tanto en la opinión pública como en los círculos intelectuales especializados en los diversos campos de la cultura.

Dada la significación, importancia y la trascendencia del Pilar en la religiosidad del pueblo español, su excepcional categoría artística como Monumento Nacional y su proyección universal, principalmente en el mundo hispánico, tal vez sería conveniente conocer de manera pública, oficial y sin tapujos toda la realidad sobre la intervención que se lleva a cabo actualmente en el altar mayor de la catedral basílica del Pilar.

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