La naturaleza abre otro frente

Diyarbakir, Turquía, en labores de rescate tras el terremoto.
La naturaleza abre otro frente
DENIZ TEKIN

Como si no fuera suficiente la dosis de destrucción y muerte que están provocando las locuras humanas en Ucrania, la naturaleza abrió ayer otro frente para la tragedia. Los terremotos que se registraron en la provincia turca de Gaziantep van a dejar un saldo de miles de vidas perdidas, además de viviendas e infraestructuras arrasadas. 

Como la guerra, y en una región no tan lejana de los campos de batalla ucranianos y, desde luego, muy próxima a Europa. La Unión Europea tiene que darse por aludida y encabezar la ayuda a Turquía y a Siria para hacer frente a las consecuencias del seísmo. Bruselas, así como muchos de los socios, España incluida, se apresuró a ofrece ayer mismo el envío de equipos preparados para el rescate de personas bajo los escombros. También otros muchos países, desde Estados Unidos a la India, o desde Perú a la Rusia de Putin. Incluso el gobierno israelí dio el visto bueno al envío de ayuda a Siria, que sigue siendo su mortal enemigo. La región afectada por los temblores acumula ya serios problemas políticos y dramas humanos. En Siria continúa –¡desde hace trece años!– una guerra civil sangrienta e interminable, aunque ahora sus ecos nos lleguen muy amortiguados. Y allí sigue, en Damasco, uno de los peores tiranos de nuestro tiempo, Bashar al Asad. Y en la zona de Turquía sacudida por la tierra viven desde hace años más de dos millones de refugiados sirios. La ayuda europea tendrá que ir más allá de los equipos de rescate. Allí no harán falta misiles ni tanques, como en Ucrania, pero habrá que atender a numerosos heridos y a decenas de miles de desplazados.

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