El sueldo presidencial

El sueldo presidencial
El sueldo presidencial
Lola García

Con redondeo, el salario mínimo en España es de 15.000 € y el medio (cifra engañosa), de 25.000. No es un exceso que el presidente del Gobierno gane 86.500. Peor parecen los sueldos del presidente catalán (133.000) y del vasco (107.000) y chirría que sus consejeros cobren de 95.000 a 133.000: un ministro no llega a los 80.000 y si es vicepresidente, 84.600; un poco menos que el presidente de Aragón y mucho menos que la alcaldesa de Barcelona (100.000).

Pero en la cuenta salarial del presidente del Gobierno nunca se computa lo que percibe en especie (prestaciones, servicios), que es mucho, sin contar sus medios de seguridad y transporte. Tiene cubiertos sus asuetos y los de su familia y su vida en el palacete de la Moncloa, junto a la Ciudad Universitaria de Madrid.

El complejo mide como veinte campos de fútbol y consta de trece edificios. Uno cobija al Consejo de Ministros, muy bien dotado de todo género de apoyos; otro, al Gabinete del Presidente (antes denominado ‘de Semillas Selectas’, sic. Una ironía involuntaria); un tercero, al portavoz del Gobierno y a la secretaría de Estado de Comunicación (donde se celebran las ruedas de prensa), a la Vicepresidencia Primera y al Ministerio de Presidencia. Un mix.

En el recinto hay también banco y agencia de viajes. Sin contar con el búnker de tres plantas, con refrigeración para cadáveres, quirófano, UVI y sala de cine. Lo atienden decenas de empleados.

El servicio doméstico de la vivienda presidencial es de unas cincuenta personas. La residencia y sus jardines miden 58.000 metros cuadrados. En el piso alto, de doscientos, hay ocho habitaciones, nueve cuartos de baño, tres vestidores y alguna sala de estar. Fuera, pistas de tenis y pádel (creación aznariana) y piscina. Una bodega andaluza (idea de González) sirve para tertulias relajadas. En los bajos, la gran cocina es atendida por siete u ocho personas. La regía Julio González y ahora lo hace José María Roca.

Fue famosa la recepción que dio Zapatero, una Navidad, a los periodistas: servicio uniformado, azafatas, manteles finos, centros de ponsetias, ‘petites crêpes de poulet au curry’, brochetas de cigala con huevo de codorniz y regalo de maletines de piel. Eso, sí: sin belenes: ni aun el clásico dieciochesco obra de la Roldana.

Los emolumentos presidenciales son, pues, bastante más altos de lo que se dice. Si resultan excesivos o morigerados, depende del término de comparación: son dispendiosos respecto del exjefe del gobierno neerlandés, Balkenende, que se hacía la compra diaria y luego volvió a su trabajo anterior; y no tanto si se miden con la opulencia del Elíseo francés o el gigantismo protocolario del nuevo zar en el Kremlin.

El presidente del Gobierno no tiene un sueldo muy alto, pero el importe real es
mucho más elevado que lo que señala el valor nominal de su mensualidad en metálico

Algunos ignorantes parlanchines dicen y repiten, como un soniquete, que la paga a los políticos la creó la Revolución Francesa para que los pobres pudieran también estar en política. Pero el invento, de hace casi dos mil quinientos años, es ateniense. Y los abusos que trajo retribuir los muchos empleos con que se cargó al erario tienen casi la misma edad. Hasta hubo una caja especial para pagar a los impecunes la entrada a las celebraciones públicas de pago: los impulsores se cobraban el favor en votos, aunque no se lucrasen personalmente de ese dinero (¿les suena?). A eso se añadieron ayudas populares para comer que dieron poder a una nueva especie de políticos: los demagogos, que intentaban ganarse al pueblo por la doble vía de darle dinero e interpelar a sus sentimientos, más que a su razón.

Aristófanes no solo escribió su genial ‘Lisístrata’, tan oreada en el repertorio feminista (las mujeres se niegan a tener sexo con los varones si estos no dejan de guerrear), sino otras obras fustigadoras de estos vicios del sistema. En ‘Los caballeros’ y en ‘Las avispas’ satiriza el abuso del dinero público y la avaricia por las dietas de asistencia a jurados y votaciones.

Laura Sancho Rocher recuerda en un estudio reciente que muchos se inscribían para cobrar la dieta y decidían sobre asuntos para los que carecían de preparación. El sistema, claro, disfrazaba eso como igualdad de oportunidades. Sancho dice que Aristófanes "esboza la imagen de unos políticos que se enriquecen personalmente gracias a sus mentiras y roban lo que pertenece al ‘demos’, el tesoro común. Lo engañan hablándole de cuánto consiguen para él, cuando en realidad (eso) constituye una mínima proporción de los ingresos de la ciudad, una engañifa que despista del verdadero interés", que estribaba en mantener una vida económica sensata y esforzada.

El Reglamento del Congreso prescribe, en su artículo 8, que los diputados "percibirán una asignación económica que les permita cumplir eficaz y dignamente su función". Eso, exactamente, es lo exigible y lo más dudoso hoy: dignidad y eficacia. Presidente y diputado, Pedro Sánchez cobra por legislar y pactar con Bildu, Esquerra Republicana, JpC y el PNV. Todos, denigradores de España. La dignidad se ha esfumado. Y la eficacia, ya se va viendo.

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