¿Me das antibiótico?

¿Me das antibiótico?
¿Me das antibiótico?
Pixabay

Las personas suelen naufragar en el exceso; sobre todo si es confortable. Eso lo supo Tony Montana en ‘Scarface’ y lo sabe ahora la población general con los antibióticos y demás medicamentos. En las últimas semanas, he contado dos eminencias de la Medicina a los que les han rascado titulares contrarios a los fármacos. 

Dijo (celebró) el oncólogo Josep Tabernero que llevaba diez años sin tomar antibióticos; y otro colega de especialidad, Ezekiel Emanuel, ha dicho que a partir de los 75 años piensa renunciar a las bondades de la cobertura sanitaria. Luego lees en profundidad y en realidad el discurso no es contra seguir vivo sino contra el abuso de ciertas sustancias o intervenciones para curarnos de lo innecesario o irremediable. Los antibióticos, por ejemplo, para el catarro; un vicio casi siempre erróneo y que fomenta una resistencia antibiótica que expertos califican como la pandemia de un futuro cercano. Errores de tratamiento y automedicación en un país, Españita, donde el antibiótico es garantía de salud hasta cuando no hace falta. Algo que aprendí cuando en un viaje a Dinamarca me puse con 40 de fiebre y un tremendo dolor de garganta que la doctora danesa solucionó, tras comprobar que no tenía infección en la garganta, con unas sopas templadas y paracetamol cada 8 horas. "En España tomáis antibiótico para todo", me dijo. Era el año 2005.

Toca celebrar, por tanto, que voces autorizadas de la ciencia nos expliquen que hay que chutarse medicinas si el criterio médico así lo indica; pero en ese discurso sensato habrá que prevenir el sensacionalismo que entrega los fármacos al lado oscuro de la fuerza. Igual que Tabernero no ha tomado antibióticos en una década porque, como él dice, no los ha necesitado, conviene que en la población no cale un discurso tergiversado, abono para chamanes sacaperras, de que el riesgo está en la ciencia que nos cura. Y es que renunciar a años de vida priorizando la calidad de ésta es una consecuencia de todo lo bueno que nos han traído los fármacos, las operaciones, las vacunas. Esos magníficos artilugios que necesitan de un sistema sanitario suficiente para seguir acompañándonos con criterio y amparo de profesionales que nos salven de quemas injustas en la hoguera y de charlatanes que vean negocio en el miedo y la desesperación.  

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