Es habitual encontrar atribuida a Isaac Newton la célebre frase: "Si he llegado a ver más lejos que otros es porque me subí a hombros de gigantes". El matemático inglés reconocía así lo que había aprendido de sus antepasados. 

No obstante, esta máxima se puede encontrar ya en un texto del filósofo Bernard de Chartres (siglo XII): "Somos como enanos sentados sobre los hombros de gigantes para ver más cosas que ellos y ver más lejos, no porque nuestra visión sea más aguda o nuestra estatura mayor, sino porque podemos elevarnos más alto gracias a su estatura de gigantes".

Esta es la clave de bóveda del edificio de la cultura: cada generación crea y añade algunos ladrillos a los sólidos muros ya levantados por las anteriores. Por eso no es extraño que algunos eruditos hayan publicado brillantes ensayos precisamente con el título ‘A hombros de gigantes’: desde Stephen Hawking a Umberto Eco.

Toda esta sabiduría y creatividad acumulada se sustenta en la civilización del libro. Pero estamos entrando en una nueva era que ya no es la de la imprenta, sino la de las pantallas. Los jóvenes de hoy ya no se forman e informan en las bibliotecas y las librerías sino en las redes sociales y las aplicaciones de sus ‘smartphones’.

La pléyade de gigantes de tres mil años de cultura está siendo fagocitada por unos pocos que controlan el siglo XXI. Los nuevos gigantes, omnipresentes y excluyentes, se llaman Google, Apple, Alibaba, Meta, Amazon, Microsoft, Netflix y alguno más. Sobre sus hombros nos estamos posando mansamente.