Por
  • Elena Capapé Poves

Volver a ser real

'Álbum de fotos'
Volver a ser real
Pixabay

Los álbumes fotográficos funcionaron durante muchos años como cajas de reliquias en las que se atesoraban los recuerdos y las experiencias plastificados en dos dimensiones. Un viaje al pasado: a lo que vivimos, pero olvidamos; a lo que recordamos, aunque vagamente.

Un viaje para conectarnos con los que ya no están y hacernos partícipes del inmutable paso del tiempo y su efecto sobre aquello que todavía perdura.

Por ello, los álbumes de antaño se erigen como el vestigio de la espontaneidad y la naturalidad, ambas perdidas en el camino de la digitalización. Tomar fotografías con el método analógico no era un procedimiento exacto: una pequeña mirilla nos permitía encuadrar levemente la realidad y nos acercaba al posible resultado final, pero la incertidumbre no se resolvía hasta el proceso de revelado. Las instantáneas definitivas eran el reflejo de la inmediatez, del directo y de lo inesperado. No se enmascaraba nada: ni los ojos cerrados, ni los rostros girados, ni las malas caras. La naturalidad de esas imágenes, cuando se examinan años después, aporta historias ocultas tras cada expresión y evidencia cómo nos sentíamos. Ahora, con el proceso digital, solo conservamos clones de la misma fotografía. La misma sonrisa, el mismo semblante y la misma postura: aquella que creemos más favorecedora. Echamos en falta la espontaneidad; por eso, tras el éxito de las aplicaciones móviles basadas en el retoque y los filtros, la aplicación de moda en la actualidad se llama Be Real: sé real.

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